Óscar Misle
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El 25 de
abril se conmemora el Día Mundial contra el Maltrato Infantil. Una realidad extendida mundialmente que genera daños importantes
en el presente y futuro de los niños, niñas y adolescentes.
La
reacción de Marielba coincide con el sentimiento y proceder de muchas familias.
Para controlar el comportamiento de sus hijos, nietos, sobrinos… recurren al
castigo físico con la intención de corregir.
Cuando en
Cecodap realizamos una actividad
formativa con familias y preguntamos quiénes están de acuerdo con castigar
físicamente, 90% dice que no. Sin embargo cuando preguntamos: ¿Quiénes están de
acuerdo con una nalgada a tiempo? Cerca del 40% levanta las manos en señal de
aprobación.
Una cosa
es lo que se piensa y otra es lo que se hace. Marielba tiene claro que no debe
pegarle a Gabriel; pero en su desesperación lo hace. Posiblemente no ha encontrado otras formas de educar sin agredir física y verbalmente.
Para Unicef el castigo físico es "cualquier omisión o acción,
intencional o no, por parte de las personas a cargo del niño, niña o
adolescente que comprometan la satisfacción de sus necesidades primarias
(alimentación, abrigo y protección contra el peligro) y socioemocionales
(interacción, afecto, atención, estimulación y juego) por las que se vea
afectado su desarrollo físico y emocional, su integridad y que implique una
vulneración de sus derechos" (Unicef, 2012).
Según La
Ley Orgánica para la Protección del Niño, Niña y Adolescente (Artículo 32-A) lo
define así:
“Se
entiende por castigo físico el uso de la fuerza, en ejercicio de las potestades
de crianza o educación, con la intención de causar algún grado de dolor o
incomodidad corporal con el fin de corregir, controlar o cambiar el
comportamiento de los niños, niñas y adolescentes, siempre que no constituyan
un hecho punible.
Se
entiende por castigo humillante cualquier trato ofensivo, denigrante,
desvalorizador, estigmatizante o ridiculizador, realizado en ejercicio de las
potestades de crianza o educación, con el fin de corregir, controlar o cambiar
el comportamiento de los niños, niñas y adolescentes, siempre que no
constituyan un hecho punible”.
¿Qué pasa en la cuarentena?
A medida
que van pasando los días, las tensiones
en el hogar pueden aumentar. Más tiempo juntos, los intereses y necesidades no
coinciden, el aburrimiento, las condiciones económicas, la falta de agua,
gasolina, gas, deficiencia de los
servicios públicos, recargo de asignaciones escolares, hace más tensa la situación y la salud mental
se ve afectada. En estas condiciones el
castigo físico puede hacerse presente.
¿Qué podemos hacer?
-
Informar sobre la situación. Con un lenguaje sencillo, directo, buscando el momento oportuno. Preguntarles qué sienten y piensan.
Pueden estar más informados de lo que pensamos.
- Establecer límites justos y razonables de acuerdo a su edad y habilidades.
Ser consistente con los límites. Si ante un mismo comportamiento le decimos
que sí en algunos momentos, dependiendo de nuestro estado de ánimo, cansancio y
en otros que no, lograremos generar inseguridad y confusión.
- Estimular su autonomía. Animándolos para que vayan cumpliendo
con sus responsabilidades y sea más independientes. Expresar gratificación por lo que se hacen bien. Estimularlos reconociendo su esfuerzo y
logros
.
- No compararlos con otros hermanos, primos, amigos. Puede provocar celos, envidias.
-
Participar en los oficios del hogar acordes a su edad, les hará sentirse útil,
que pueden cooperar y aprender a auto gestionar (cocinar, limpiar la casa,
ordenar la habitación, atender las mascotas…útiles para su formación.
- Apoyarlos con las asignaciones escolares. Tomando en cuenta las limitaciones de la
educación a distancia por el difícil el acceso a Internet, Se puede buscar
apoyo de familiares y amigos a través de
whatsapp, correos electrónicos. No somos maestros, ni profesores y esto
nos puede hacer sentir muy frustrados a la hora de abordar contenidos que se
nos hace complejo transmitir y asimilar.
- Permitirles jugar y jugar con ellos. A través del juego pueden canalizar sus
emociones y expresar sus sentimientos.
- Ofrecer las mismas oportunidades a niñas y niños venciendo nuestros propios prejuicios sobre
las conductas que son permitidas solo para niñas o para niños.
- Permitirles expresar, reconocer e identificar sus sentimientos: rabia, ira, euforia, tristeza... sin
juzgarlos. Escuchando lo que dicen y parafraseando. Poner en nuestra boca sus
palabras permite que se sientan escuchados.
- Respirar profundo cuando tienen un comportamiento que nos molesta, identificando la emoción
que nos embarga en ese momento para que no se convierta en agresión física o
verbal.
- Ejercitar nuestra paciencia entendiendo que los procesos de aprendizaje son lentos y que los errores
forman parte del mismo.
- Buscar apoyo cuando se necesite. Asumir que es válido buscar el apoyo de otras personas, familia, personal
de orientación y psicología cuando sentimos que hemos perdido el control y que
no sabemos qué hacer.
Hasta la próxima
resonancia
.
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