Óscar Misle
@oscarmisle
Una separación o dificultad para el encuentro y cercanía por falta de tiempo, muerte, divorcio, viajes… puede generar en nuestros niños sentimientos de soledad que muchas veces no saben expresar o reconocer. Se traducen en comportamientos hostiles o inadecuados para llamar la atención y sentirse atendidos.
Es frecuente escuchar que una de las desventajas de las nuevas tecnologías de información (internet, celulares…) es que nos acercan a las personas que están lejos pero nos separan de quienes tenemos cerca. Esta afirmación sigue siendo muy acertada, gracias a las tecnologías podemos mantener contacto con nuestros seres queridos que migraron, ver su imagen, escuchar su voz es un aliciente muy grande en estos momentos de separación forzada que ha generado esta crisis.
También es cierto que lo virtual, como único medio de interacción y expresión entre quienes estamos cerca, limita la comunicación y contacto cara a cara, piel a piel… Ya no se hace una llamada telefónica para felicitar por un cumpleaños, un mensajito o emoticón hacen el trabajo, se inician y terminan relaciones, se dan pésame o despedidas virtualmente.
¿Por qué está pasando?
Es cierto que la realidad que vivimos, nos obliga salir a trabajar, hacer colas para conseguir los alimentos, sacar dinero en efectivo, recorrer farmacias para buscar medicamentos… Nos vemos obligados a estar ausentes del hogar por muchas horas. Cuando está presente el padre se asume que como proveedor económico debe garantizar que en la casa no falte lo necesario. No es para nadie un secreto la cantidad de hogares en los que a la madre está sola y le toca ejercer el doble rol.
Las computadoras es una de las principales opciones para que los niños “ocupen su tiempo” y de esa forma sentirnos más descargados y cumplir con nuestras tareas. También sucede que delegamos el cuidado a personas de la familia o contratadas, por mejor atención que le brinden nunca sustituirán lo que podemos y debemos ofrecerle emocionalmente
¿Qué podemos hacer?
Posibilitar espacios y oportunidades de acercamiento para que se sientan atendidos y queridos.
Tan importante es la cantidad como la calidad. Con frecuencia decimos: “lo que importa es la calidad y no la cantidad del tiempo”. La experiencia nos dice que la cantidad es muy importante. Es necesario hacer el esfuerzo para reservar espacios para que sienta nuestra presencia afectiva.
Es necesario el contacto personal, cara a cara, piel a piel. Puede que sientan que la única posibilidad de relacionarse con el entorno es a través de una computadora, bien sea para recrearse, informarse o vincularse. Se aislarán para buscar en el contacto virtual lo que necesita; y puede que encuentre atención de alguien que se aproveche de su soledad y vacío para abusar de ellos.
Es necesario el contacto personal que fomente la intimidad, mirarse a los ojos, abrazándonos, escuchándonos, para nutrirnos emocionalmente y fortalecer las “defensas emocionales” para que juntos podamos superar las dificultades y frustraciones propias de la vida cotidiana y disfrutar de los pequeños logros del día a día.
Atenderlos cuando lo solicitan. Mientras más pequeños, mayor es la dificultad de hacer consciente sus sentimientos de soledad; sin embargo, pueden manifestarlo a través de comportamientos que logren llamar la atención de las personas adultas significantes; por ejemplo, llanto continuo, se empeñan en dormir en nuestra cama, baja su rendimiento escolar… Hay que preguntarse qué puede estar pasando, qué es lo que necesita ser atendido.
La soledad puede generar vacíos, insatisfacciones y heridas de abandono que si no son satisfechas pueden buscar desde el inicio de la adolescencia, y a veces antes, utilizar el alcohol, cigarrillos, drogas, para “escapar” del dolor y la tristeza por las necesidades emocionales que no han sido cubiertas en su entorno familiar.
No significa que debemos estar todo el tiempo encima. En momentos la soledad puede ser necesaria para estar consigo mismo. Es distinta la soledad elegida a la impuesta.
Hasta la próxima resonancia
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