Fecha: 21-04-2016
Por: Óscar Misle, @oscarmisle
En las actividades con familias, docentes… cuando se abordan situaciones relacionadas con la crianza y aparecen los adolescentes en escena, la interrogante que muchos se hacen es; ¿en qué momento me lo cambiaron?
Ese niño o niña que nos contaba todo, disfrutaba de nuestra compañía, con gusto o resignación se ponía la ropa que le comprábamos, era cariñoso, le gustaba salir con nosotros y de pronto quiere hacer todo lo contrario.
Su reto más importante es lograr definir su identidad y alcanzar su autonomía. Antes de este momento, era como una especie de anexo nuestro. Ahora no sabe lo qué quiere, lo único que tiene claro es no quiere seguir siendo una prolongación nuestra, ni parecerse a nosotros. Su meta no es tanto llevar la contraria, sino sentir que es diferente.
¿Qué podemos hacer?
Revisar la visión que tenemos de la adolescencia. En los talleres cuando preguntamos ¿qué nos viene a la mente cuando pensamos en un adolescente? Lo que aflora es: rebeldía, groserías, mentiras, indiferencia, flojera, desorden, hormonas alborotadas, sexo, rumba, falta de higiene y adicciones.
Lo paradójico es que esta visión también la tienen no solo los adultos sino también ellos mismos. Cabe preguntarnos si la visión que se tiene de la adolescencia es como problema, amenaza, ¿no está condicionando nuestra forma de relacionarnos?
Contarle nuestras experiencias. Crear oportunidades para pasar tiempo juntos, hablar de temas que puedan interesarle, escuchar sus inquietudes y preocupaciones, reconocer sus logros, compartir los desafíos que plantea ser adolescente y cómo los vivimos cuando pasamos por esa etapa, quiénes fueron las personas significativas.
Hacerle sentir que lo amamos, mostrándole nuestro afecto de forma adecuada, a algunos adolescentes les molesta que lo hagamos delante de su amigos, especialmente cuando los tratamos como niños.
Reservar tiempo para comunicarnos para poder identificar qué sentimientos pueden estar detrás de su comportamiento. Apoyarlo para que con sus vivencias descubra quién es y pueda aceptarse y sentirse aceptado por nosotros.
Es necesario motivarlo para que confíe en sus propias habilidades, descubra sus fortalezas
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Es importante asistir a los eventos escolares, no solo la madre, también el padre, para conocer sus profesores, participar en las reflexiones sobre situaciones que puedan estar afectando la convivencia escolar.
Cuando sale preguntarle a dónde va, con quién estará, respetando su necesidad de independencia y privacidad, mostrándole nuestra confianza; pero siempre alerta. Especialmente en realidades como la nuestra en la que la inseguridad y la violencia está presente
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Ayudarlo a desarrollar su propio sentido de lo que le conviene, lo que es correcto, lo que es riesgoso y cómo lo pueden evitar, como por ejemplo fumar, beber, consumir drogas o desafíos que pongan en peligro su integridad física.
Le podemos plantear los desafíos que se le pueden presentar con las presiones de sus amigos para que haga cosas incorrectas y peligrosas.
Involucrarlo en las tareas del hogar para que asuma responsabilidades y aprenda a autogestionarse. Recordemos que no siempre estaremos a su lado.
Conversar sobre el dinero, cómo administrarlo, cómo utilizarlo de forma sensata, sobre el valor del ahorro, la importancia de la honradez.
Convivir con nuestro adolescente puede ser un proceso de crecimiento. Posiblemente sea un espejo que nos muestre mucho de nosotros que nos negamos aceptar y reconocer.
Seguimos creciendo Juntos
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