Por: Óscar Misle, @oscarmisle
Para Marta las mañanas se han convertido en un martirio. Ricardito (10 años) se resiste a ir al colegio. Se pone muy ansioso y agresivo. No quiere o no puede decir por qué no quiere pisar las puertas del plantel, no quiere hablar. La situación se ha vuelto muy crítica, porque la resistencia es cada vez mayor. Marta ha consultado en el colegio. Ha hablado con la maestra y hasta con el director. Nadie identifica qué pudiera estar pasando.
Situaciones como estas suelen darse con frecuencia. Detrás de la resistencia pueden estar ocultos muchos factores que es necesario explorar.
Fue o es víctima bullying o acoso escolar. Recordemos que estas situaciones se dan sin que los adultos nos demos cuenta.
El bullying, el acoso y hostigamiento son repetidos y realizado por un estudiante que se mete con otro más vulnerable para hacerlo sufrir delante de los compañeros. En otras palabras, es el uso del poder para hacerle daño a otro y ganar popularidad. También pudiera estar presente la agresión o abuso por parte de un maestro, profesor o miembro de la comunidad educativa.
Por una situación que le genera ansiedad e inseguridad. Puede ser que se sienta inseguro por algún cambio en la escuela, cambio de sección, de grupo, de salón o de colegio. Se siente excluido y tiene dificultad para socializar y adaptarse a la nueva realidad.
Por una situación familiar. Puede que en la familia hayan conflictos, violencia intrafamiliar, adicciones, problemas de relación y comunicación entre los padres, un divorcio en marcha, la muerte de un ser querido y se siente mal emocionalmente, triste, deprimido, hostil y sin ánimo para salir de la casa, mucho menos asistir a la escuela.
Se siente solo y busca la atención de la familia. Percibe que con su actitud logra que la familia no lo tome en cuenta. Se siente invisible. Puede ser una búsqueda de afecto inconsciente.
Una forma de retar a los padres. Especialmente si son muy exigentes o perfeccionistas. Sabe que con su actitud molesta, de cierta forma, le sirve para vengarse de los excesos de una disciplina rigurosa e inflexible.
Sobreprotección y contradicciones. Lo hace por llevar la contraria y tiene a su favor una estructura de pautas de crianza confusa en la que los límites no están claros. Los padres temen a las reacciones de su hijo y lo complacen en todo para no entrar en conflictos. Son los típicos padres “amigos de los hijos” confundiendo los roles. Se hacen cómplices porque sienten que si entran en conflicto se le van de las manos.
Problemas de salud mental y emocional. Generan cambios drásticos de humor, ansiedad, fobias, miedos, agresividad y que pueden hacer que rechace tener que socializar en la escuela.
Dificultad para el aprendizaje. Siente frustración e impotencia al no poder cumplir con las expectativas de los docentes y familias.
Cambios de maestros o profesores con muchas exigencias académicas, se extralimitan en la aplicación y exigencias de las normas o simplemente siente que lo rechazan por su forma se de ser.
La escuela le parece aburrida. Se fastidia. La escuela no cubre con sus expectativas anímicas e intelectuales, le imponen una disciplina y exigencias que violentan su personalidad y temperamento.
Son muchos los motivos que pudiesen estar encubiertos en ese “No quiero ir a la escuela” requieren ser explorados para abordar las causas que generan el rechazo escolar. La situación varía de niño a niño y en el momento de su proceso de desarrollo evolutivo. En el caso de los adolescentes hay que considerar otras variantes. El apoyo profesional es muy importante.
Suele haber resistencia para acudir a los profesionales de salud mental, psicopedagogos, psicólogos, psiquiatras… Hay que vencer esos prejuicios. Cuando uno de nuestros hijos tiene un malestar estomacal que afecta su salud física no dudamos en llevarlo a un gastroenterólogo.
Seguimos creciendo juntos
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