Por: Óscar Misle, @oscarmisle
La frustración la vivimos en momentos y circunstancias diferentes desde lo más simple hasta lo más complejo. Si vamos a ver una película de las ganadoras del Óscar con muchas expectativas, puede pasar que una vez que estoy frente la pantalla lo que veo, escucho y pienso no se corresponde con lo que esperaba y siento una desilusión porque la ilusión se diluyó y salgo frustrado.
Cuando nos enamoramos solemos colocar a la persona que nos gusta una serie de atributos, que no tienen que ver con quien realmente es; pero que me encantaría que los tuviese. En la medida que avanza la relación se va desvaneciendo el manto sagrado que le coloqué y aparece la persona que realmente es y el desencanto aparece en escena.
La frustración genera, entre muchas otras cosas, tres formas con las que se suele reaccionar. Una forma es con la agresividad, haciendo que la ira flote y tome la palabra con insultos, descalificaciones y golpes ante el objetivo que causó la frustración. Un ejemplo concreto y cercano es la reacción de quienes sienten que sus protestas no son atendidas ni escuchadas y buscan cualquier medio para expresar su rabia.
La segunda forma de reaccionar es la huida. Como el nombre indica, se utiliza la evasión como mecanismo para escapar y no asumir lo que sentimos y preferimos reprimir las emociones y sentimientos.
Finalmente, la tercera forma de reaccionar ante la frustración es la sustitución. Se cambia la situación por otra que no produzca tanta angustia o desesperación.
Cada quien elegirá el camino que considere mejor para su estado anímico. Es importante tener claro si lo que deseamos es desahogarnos, hacer catarsis o vengarnos, la primera será la salida aunque el remedio sea peor que la enfermedad. La huida puede significar un “alivio” al no enfrentar la realidad; pero la procesión ira por dentro y la salud puede pasar factura y el cuerpo gritará lo que la boca calla. La tercera salida puede abrir otras posibilidades buscando alternativas en las que puedan existir condiciones más reales y convenientes para lograr los objetivos, esto nos lleva a preguntarnos: ¿Lo que quiero son sucesos o procesos? Cuando decimos sucesos son esos acontecimientos rápidos, casi instantáneos, que cambien radicalmente la realidad sin que se den los procesos necesarios para que el resultado final se parezca a lo que realmente deseo, necesito o sueño.
Cuando se produce una frustración es importante hacerse preguntas: qué fue lo que no funcionó, cuáles fueron las principales barreras, las estrategias utilizadas.
Según Jorge Bucay hay tres preguntas importantes que nos debemos hacer: ¿Quién soy? ¿Para dónde voy? y ¿Con quién o quiénes? Según él deben ser respondidas en ese orden. Si no sabemos quiénes somos, qué realmente deseamos y para dónde queremos ir, posiblemente nos asociemos con alguien que nos desvíe del camino.
Seguimos creciendo juntos
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