Ósar Misle. @oscarmisle
Es común ver
en la puerta de emigración escenas desgarradoras. Hace 2 semanas un joven de 18
años se despedía de su grupo familiar y amigos. Con llanto le decían adiós
portando carteles que exhibían frases como: “te amamos”, “te extrañaremos
mucho”, “el país va a cambiar y volverás”…
Lo que no
estaba escrito eran las lágrimas desconsoladas de su familia quienes lo
abrazaron sin poder despegarse. Un dolor contagiante que nos puso a llorar a
todos.
Es recurrente
escuchar: “la decisión de irnos no es porque no nos interesa o dejamos de
querer a nuestro país, es porque queremos tener otras posibilidades, tenemos
miedo por lo que nos pasó”. Salen a escena los robos, secuestros, homicidios de
seres queridos o cercanos.
Deben preparar
su equipaje con dolor, rabia y frustración al sentir que no les quedó otra que
abandonar el país para buscar mayor seguridad en todos los
sentidos.
El colorido
suelo de Cruz Diez se convirtió en una alfombra gris para muchos venezolanos
que se van en busca de una nueva vida, en su equipaje llevan ilusiones
pero también hay un corazón herido por lo que dejan en su país.
Supone retos importantes. El cambio de escuela, la despedida de la
familia y los amigos puede ser una experiencia muy estresante para un niño o
adolescente. Deben asumir una decisión que tomaron otros.
La adaptación intercultural es un
proceso, cada quien lo asume de
manera diferente. Los padres deben estar atentos a las señales que puedan dar
sus hijos, a los altibajos emocionales que presenten. En momentos pueden
tornarse hostiles, reservados en otros eufóricos por las nuevas vivencias.
Cuando comienzan a hacer preguntas. Es mejor ser honestos y transmitirles que ese
paso doloroso que puede ser una experiencia positiva para la familia, sin
sobredimensionar, haciéndoles ver que no será fácil y que juntos podrán superar
los momentos difíciles.
Se le pueden
mostrar al niño fotos o videos de la nueva ciudad, los atractivos,
particularidades, los cambios climáticos y de hábitos que se producen durante
las 4 estaciones. Mostrarles ejemplos de las costumbres típicas del lugar, del
tipo de comida tradicional que podrán degustar y las costumbres de las personas
que conocerán
Conversar sobre el nuevo idioma, si ese es el caso, y lo beneficioso que será
aprenderlo o mejorarlo.
De acuerdo con
la personalidad del niño y con las posibilidades de la familia, puede ser
conveniente que el niño tome clases del nuevo idioma antes de partir; así se
irá familiarizando con la lengua y se evitará que le resulte muy brusco el cambio
al llegar al país de destino.
Escuchar sus preocupaciones y miedos. Si el niño no es muy expresivo, hay que intentar
hacer las preguntas para que poco a poco exprese sus emociones e inquietudes.
Vivir el duelo. Un proceso con cambios emocionales mientras
se da la adaptación y aceptación. En la medida de lo posible transmitirle
seguridad y confianza.
No hacerle
promesas de que el retorno será pronto si no se tiene previsto que así sea;
pero si se puede hacerles ver que esa puerta queda abierta y que las cosas
pueden cambiar.
Llevar objetos que sean importantes para
el niño: juguetes, libros, ropa.
Puede ser interesante elaborar un álbum de fotografías, dibujos y objetos
valiosos, palabras afectivas escritas por miembros de la familia, los amigos y
los maestros, recortes de trabajos de la escuela, etc.
Retornar a sus hábitos y rutinas lo
antes posible: horarios,
rituales familiares, asistencia a la escuela…
Las
tecnologías facilitan el contacto con los familiares y amigos. Siempre se
podrán organizar videoconferencias para que los niños hablen con sus amigos más
cercanos o con sus seres queridos
Seguimos creciendo juntos
Leer mas en: http://www.revistadominical.com.ve/noticias/firmas/abrazos-en-inmigracion.aspx#ixzz4OIUfsptl
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