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lunes, 16 de junio de 2014

No toda violencia escolar es bullying


Por: Óscar Misle, @oscarmisle


No toda violencia escolar es bullying
Es bueno entender la diferencia. (Créditos: Shutterstock.com)

Existe una confusión que vale la pena aclarar. La violencia escolar es un fenómeno complejo, multifactorial en el que se utiliza el poder para agredir a otro física, verbal, psicológica, virtual o sexualmente. La violencia escolar se hace presente cuando se resuelven los conflictos con agresiones de diferente índole. Pueden ser ocasionales o permanentes e involucra a cualquier miembro de la comunidad educativa. La violencia puede darse por homofobia, xenofobia, discriminación de género o cualquier otra forma de irrespeto a la diversidad.
El acoso escolar, o bullying, es una variante de la violencia escolar que se expresa cuando un estudiante utiliza el poder para burlarse o meterse con otro de forma permanente o sistemática, con el objetivo de generarle dolor físico o emocional en presencia de unos espectadores que celebran las agresiones. El chico busca a través del acoso lograr reconocimiento, popularidad y control sobre sus víctimas.

La prevención es clave
La prevención de la violencia escolar se inicia cuando la reconocemos, la identificamos y le ponemos nombre diferenciando sus diversas expresiones. Lamentablemente, en la  mayoría de los casos se actúa de forma reactiva, cuando ya el mal está hecho. Se cae en el error de considerar que toda violencia escolar es acoso o bullying, y se desconocen otras formas de violencia como suele el abuso de poder, las omisiones, injusticias por el uso arbitrario o discrecional de la norma, la impunidad que se inscriben en una violencia un tanto más sutil, pero no por ello deja de tener menos impacto en la convivencia y en la salud emocional de la víctima.

Desde que el mundo es mundo existe la tendencia de discriminar, excluir, al que es diferente, solo que desde hace unos 30 años Dan Olweus le dio el nombre de bullying a raíz del suicidio de tres adolescentes que evidenció los efectos nocivos de esa práctica que se consideraba “juegos de muchachos”.

Las consecuencias del acoso escolar suelen ser invisibles, por eso el daño psicológico puede arrastrarse por toda la existencia si no se brinda el apoyo profesional requerido. El chico agresor se vale de la vulnerabilidad del otro para hacerle daño. Olweus expresa que no es tanto la condición externa, sino la percepción que tiene la víctima de esa condición. Las tecnologías de la información agudizan el problema en nuestros días porque la intimidación se puede hacer virtualmente más allá del espacio físico de la escuela o de horarios de clase o contextos geográficos determinados en los que los victimarios son más difíciles de identificar o de disuadir.

El hecho es que el bullying o acoso escolar y las otras formas de violencia escolar no son una moda, ni una sensación, es una realidad que exige al Estado políticas públicas, nacionales, integrales e integradas, permanentes para que la prevención se realice desde el preescolar con la activa participación de las familias y de la comunidad educativa en general.

Seguimos creciendo juntos  


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