En nuestro más reciente libro ¡Adolescente en casa! ¿Qué hago?, de Fernando Pereira y este servidor, profundizamos los retos que nos plantea la comunicación y el acercamiento a los adolescentes. Quizás porque nos recuerdan el adolescente que fuimos y los dolores de cabeza que les dimos a nuestras familias.
Nos suele generar mucha angustia el silencio de los adolescentes. Sentimos que ese mutismo esconde sentimientos y pensamientos que pueden ser indicadores de situaciones de riesgo como adicciones, infracciones, despechos…
Casi todos lo que sucede en la adolescencia ocurre de manera inconsciente. Lo que les pasa no lo pueden traducir en palabras. Tendemos a forzarlos para que hablen, especialmente cuando el silencio se ha convertido en una actitud permanente.
Cuando los obligamos a hablar, lo que logramos es mayor resistencia y hostilidad. Quizás lo mejor es preguntarle si les sucede algo y si quieren comentarlo. A veces los adolescentes necesitan más preguntas que respuestas. En caso de una negativa o silencio, hacerles sentir que queremos apoyarlos, que no es nuestra intención molestarlos ni intimidarlos.
Si se deciden a hablar, y estamos dispuestos a apoyarlos, es importante escuchar, parafrasear, repetir con nuestras palabras lo que nos comparten para que se sientan escuchados, y darles la posibilidad de rectificar, aclarar…
No es fácil. Requiere madurez y autocontrol de nuestra parte; nuestra tendencia a juzgar, nuestros prejuicios, suelen delatarnos, y se rompe el clima de intimidad, confianza, enturbiando la comunicación.
A veces asumir su silencio como algo sospechoso puede tornar un evento inofensivo en una situación grave que repercute en la confianza necesaria para una comunicación afectiva y efectiva.
Su silencio no es indolencia o indiferencia
• La indolencia e indiferencia que suelen mostrar ante acontecimientos que resultan muy conmovedores para los adultos, puede ser un escudo que proteja en el adolescente a un niño interior que se siente triste o con miedo.
• Puede utilizar su silencio como una forma de evasión, para no enfrentar el dolor por la pérdida de un familiar, amigo, mascota o por mudanzas o cambios de colegio.
• Su duelo puede expresarlo evadiendo, conectándose a una computadora y aislándose con unos audífonos del mundo exterior.
Los acontecimientos externos no se pueden desvincular de todas las transformaciones internas que viven nuestros adolescentes, ya de por sí complejas para contactar y asimilar.
Muchas veces cometemos el error de juzgarlos, etiquetarlos como indiferentes, insensibles, indolentes. Recordemos que el amor requiere atención, comprensión y tiempo.
SEGUIMOS CRECIENDO JUNTOS
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