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jueves, 7 de septiembre de 2017

APAGONES EMOCIONALES ¿QUÉ NOS REVELAN?


Óscar Misle
@oscarmisle

Cuando la vida nos apaga la luz,
en nuestro corazón aparecen velas.

En mi libro “Heridas que muerden, heridas que florecen” hago referencia  a esos sucesos que te cambian la vida. Recordé al  padre Godoy, un sacerdote salesiano con quien compartí en mis  años de adolescente  en un grupo en el  que realizábamos actividades recreativas, deportivas y artísticas   con niños,  y adolescentes de un  sector popular  caraqueño.

En una de las reflexiones grupales nos  contó que  en su pueblito Timotes,  ubicado en el páramo andino,  cuando   los sorprendía un apagón, todo  se oscurecía. El percance los obligaba  a encender  velas, y con esa tenue luz   empezaban  a buscar  la avería

 Todo parece estar “bien” hasta que nos sorprende “un apagón”. Puede ser por una enfermedad, duelo, accidente, la pérdida del trabajo, la ruptura con una pareja, la partida de un amigo, la situación sociopolítica del país…  Un suceso que nos pone en penumbra revelándonos como la vida puede cambiar de un momento a otro, sin previo aviso, donde poco nos sirven las certezas, la soberbia,  las arrogancias y vanidades... Lo que nos queda como sedimento de ese momento, es un ser  ablandado por la vulnerabilidad que necesita conectarse con lo esencial.

¿Qué es lo esencial? Es eso que te hace mirar para arriba y al frente cuando estás atrapado en la sombra. Eso que te saca de  tu zona de confort. Es lo que te  hace volcar los ojos al interior, cuando están encandilados  por las  seducciones del exterior, las alucinaciones del éxito, el gusto por el  poder y te das cuenta de todo eso que  nos atrapa  desde afuera. Pero también cuando nuestra fe y esperanza  queda secuestrada por lo complicada, inhumana y violenta que se ha tornado la situación del país.

Sin entrar en complejas definiciones filosóficas, podemos que lo  esencial se nutre de detalles  que nos  conectan con nuestros seres queridos,  a través de una llamada, un correo electrónico, un mensaje de texto,  una visita,   con un abrazo, una mirada o una sonrisa para enviar señales de amor y presencia por la simple necesidad y  placer de hacerlo.

Lo esencial también está representado por momentos que nos hacen escuchar lo inaudible, ver lo invisible, expresar  lo inexpresable con palabras pero si con gestos, desde lo que somos; pero eso requiere quitarnos el condón emocional. Se dice  fácil pero  es  complicado en esta  sociedad tan maltratada por la violencia, indolencia, intolerancia, resentimientos. Las heridas emocionales comienzan a morder y  preferimos preservarlas asfixiándolas en el preservativo emocional

Ese apagón puede ser una  oportunidad  que nos advierte que debemos observar lo que al principio no se ve  en la oscuridad para descubrir, como en las penumbras, se empiezan a revelar  formas que nos dan señales  que,   poco a poco, encontraremos entre las sombras  la luz  y con ella la avería que generó el apagón y lo que podemos hacer.

La “avería” hay que reconocerla, asumirla  para  transformarla. Repararla es  un  trabajo nada  fácil. Es un proceso que exige abrazar el dolor, los miedos, las dudas  y todo lo que ello implica.

En esta cultura ligth. donde  todo se  quiere de forma rápida, instantánea, tomando atajos, la vida se  encarga de ponernos de parada. Nos coloca en el hombrillo. Nos pone  a vivir procesos que no podemos controlar desde afuera, que requieren mirar nuestro interior para atender esas heridas que posiblemente estén enconadas o infectadas y  que exigen ser atendidas, limpiarlas con amor y compasión. Un proceso  doloroso pero  necesario para que nuestras heridas puedan florecer. 




Seguimos resonando  

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