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jueves, 11 de abril de 2013

Los niños no votan, pero sí sienten y opina


Este momento de elección presidencial nos regala la posibilidad de preguntarles lo que sienten y piensan. Y responderle sus inquietudes

Los niños no votan, pero sí sienten y opinan
Los niños también se interesan por la política.Foto:Shutterstock

      El  que los niños y niñas no hablen de política no quiere decir que no piensen y sientan cómo la política los afecta directa o indirectamente. Escuchamos con frecuencia “Los niños no deben involucrarse en la política”, y olvidamos que nos escuchan y observan qué decimos y cómo lo decimos cuando hablamos del tema con toda la carga emocional con la que nos expresamos.

    Permanentemente escuchan en la casa, escuela, transporte público… comentarios, muchas veces apasionados, sobre los problemas que nos afectan, lo que se está haciendo o dejando de hacer, palabras y expresiones que  suelen ir acompañadas de gestos y sentimientos captados y percibidos por ellos con la misma intensidad con la que las decimos.

    Son pocas las oportunidades que tenemos para conversar con nuestros hijos para  conocer cómo perciben lo que pasa en el país. Este momento de elección presidencial nos regala la posibilidad de preguntarles lo que sienten y piensan. Daremos un paso importante en su formación ciudadana.
Responder inquietudes


    Sería interesante preguntarles: ¿Si te eligieran como presidente qué harías por el país, por la comunidad, por tu escuela? Seguramente nos  quedaríamos asombrados de sus respuestas y nos darían pie para reflexionar sobre sus anhelos, deseos y sentimientos.

     Podemos preguntarle el por qué y el para qué del voto, incluso sería un ejercicio de autorevisión. Recordemos que si no respondemos las inquietudes que tienen buscarán  otros medios para obtener respuesta o simplemente dejarán que sea la imaginación la  que tome la palabra. Puede ser que lo imaginado les genere miedos, angustias, ansiedad.

    Una amiga periodista me comentó que su hijo y un compañero (9 y 10 años) estaban buscando  en internet información sobre los candidatos Capriles y Maduro. Asombrada  les preguntó si se trataba de alguna tarea del colegio. Su hijo le respondió: “Nada que ver mamá, estamos conociendo quiénes son los candidatos para ver cuál de los dos le conviene más al país”.

Ellos sí tienen cosas que decir


    Supimos de experiencias en las que los maestros plantearon el tema y en algunas circunstancias los docente no pudieron ocultar su preferencia política, se corre ese riesgo; pero en la mayoría de los casos conversaron sobre por qué se hacen elecciones, qué es la democracia, por qué es importante el voto y nos comentaron que  fue experiencia  formativa interesante porque estaba directamente relacionada  con lo que  estamos viviendo. 

       Cuando nuestros hijos tienen cosas que decir y no los escuchamos, reprimen lo que sienten y puede ser que el  miedo, la rabia, la ansiedad o la tensión nerviosa afecten no solo su salud física, sino también la emocional.
     Recordemos que por su edad y condición no votan, pero sí pueden opinar, solicitar información para sentir que no “están pintados en la pared”. Seguramente es mucho lo que tienen y quieren expresar si le damos la oportunidad.

      La otra posibilidad de este momento es formarlos para el respeto a la diversidad, pluralidad, para la tolerancia. Es la mejor forma de prevenir que las diferencias políticas no deterioren los vínculos afectivos, afecten las relaciones familiares, con los vecinos o compañeros de clase.

     El martes 16 volverán a sus escuelas y su actitud tendrá mucho que ver con la vivencia en la familia durante estos días.

Sigamos creciendo juntos  


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viernes, 5 de abril de 2013

Lo que tienen que hacer por el amor



 En la consulta, Roberto (7 años), un día me comentó: “En mi habitación, por las noches, se metía en el clóset un monstruo, yo siempre lo veía. Me ponía a gritar y  mi papá no me creía. Me decía: 'Eso lo inventas por estar viendo tanta televisión'. Yo creo que él también tenía miedo de encontrarse con el monstruo".

      Le dije a Roberto: eso último que me contaste me hace pensar en una buena propuesta, pídele a tu papá  que abra la puerta del clóset para que vea si hay o no un monstruo. Me respondió: “¿Y si me descubre y se da cuenta de que no está?, nunca más va a venir a mi cuarto a acompañarme”. Ese monstruo era su cómplice para llamar la atención de su papá.

    Después de un tiempo, la mamá me contó que una noche el niño comenzó a gritar para que vinieran a liberarlo del monstruo. El papá fue al clóset, fingió ver al monstruo y lo reprendió, lo mandó a salir de la habitación y le dijo ¡No vuelvas a venir a molestar a mi hijo!, yo estoy aquí para protegerlo, cuidarlo y quererlo! El niño, con cara de picardía y satisfacción, por el heroísmo de su papá, lo abrazó y le dijo “Papá vas a cumplir  todo lo que le prometiste al monstruo?” El papá le dijo que sí y Roberto muy emocionado lo abrazó.

     El papá de Roberto era un hombre obsesionado por el trabajo. Llegaba a la casa cuando todos estaban dormidos. Los fines de semana los utilizaba para investigar, hacer informes, reunirse con sus amigos… Estaba demasiado ocupado y no tenía tiempo para el amor. Afortunadamente Roberto consiguió un monstruo que le devolvió a su papá.
        
      Cuántas veces necesitamos inventar  historias, generar enfermedades, pretextos... para decirle a nuestros seres  queridos: “Aquí estoy”. Suele pasar con las personas mayores que se sienten solas y la única aliada que tienen, para sentirse atendidas y tomadas en cuenta, es la enfermedad. Con frecuencia nos colocamos “condones emocionales”, preservativos afectivos, para evitar todo lo  que nos genere dolor, compromiso y nos engañamos  con el “aquí no está pasando nada”.

    Asombra cuando escuchamos  las historias de familiares y parejas que se sorprenden cuando descubren que su hijo o hija tiene tiempo consumiendo alcohol o drogas, o la pareja que tiene años con un amante, o la hija adolescente ha tenido dos abortos y ni nos enteramos ¿Dónde estábamos cuando  sucedió todo esto? 

    El amor exige atención y tiempo, para sentirnos visibles  y queridos. Preocupa, en los talleres con niños, niñas y adolescentes, escuchar lo solos que se sienten. Comentan: “en mi familia todo lo comunicamos por el celular” Cada quien está en lo suyo, por el trabajo, la vida social o porque a veces quedamos atrapados en las redes  sociales y nos olvidamos de  las necesidades afectivas de nuestros seres queridos. 

Seguimos creciendo juntos




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VIOLENCIA. HAY QUE HABLAR CON LOS NIÑOS

  Óscar Misle Óscar Misle Los recientes enfrentamientos armados en la Cota 905 y comunidades aledañas y los operativos que se van realizan...