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jueves, 25 de febrero de 2016

FORTALECIDOS EN LA ADVERSIDAD

 


Fortalecidos en la adversidad
El término resiliencia viene del inglés resilience. (Créditos: Archivo)
Por: Óscar Misle, @oscarmisle


Estamos viviendo momentos difíciles. Situaciones que nos generan estrés, ansiedad, angustia…Nuestros niños y adolescentes no escapan de esta realidad

Como adultos no sabemos cómo hacer para apoyarlos y fortalecerlos anímica y espiritualmente. Es en estos momentos en los que la resiliencia se convierte en una oportunidad.

El término resiliencia viene del inglés resilience, en la metalurgia se utiliza para definir cómo los metales a pesar de la presión, el fuego, el calor, cambian su forma pero no su composición. El término lo han ido adoptando en la ecología para definir como los ecosistemas pueden pasar por cambios desfavorables y superarlos. 

En la psicología se concibió como la posibilidad que tenemos los seres humanos para superar situaciones de trauma, duelos, accidentes, desastres naturales y salir fortalecidos sin que la salida sea autoagredirnos, agredir a otros, hacernos adictos…

Para  que la persona pueda hacerse resiliente hacen falta factores protectores.  Se pueden destacar entre otros:

Redes sociales. Contar con personas de la familia o fuera de ella que puedan brindar soporte emocional durante y después de la crisis

Para ello es necesario:

Confiar en que la persona afectada es mucho más de lo que muestra. Es importante ofrecerle posibilidades para que descubra, muestre y desarrolle sus fortalezas, la  posibilidad de  que se revele  lo que estaba oculto.

Comunicar sentimientos y emociones. Para que exprese lo que siente, sin juicios, alentándolo a que manifieste y canalice su rabia, miedo, dudas, desconciertos; pero también sus intereses, motivaciones, sueños y esperanzas.

Expresarle los afectos con palabrasabrazos, detalles, para  que  sienta  el amor  como fuerza, estímulo,  inspiración y protección.

Reconocerlo cuando realizan una actividad o acción. No solo el resultado, sino también el proceso, el esfuerzo realizado y las destrezas demostradas.

Transmitirle fe en que las situaciones pueden cambiar independientemente de los estragos que puedan haber generado. Nuestras creencias religiosas pueden ser un apoyo importante, pero también la posibilidad de concebir que en la vida la fe y la esperanza hacen que se trascienda los momentos difíciles si se cuenta con referentes inspiradores, un ser superior, un familiar o cualquier otra persona significativa.

Disfrutar de la vida utilizando el sentido del humor, no como una forma para escapar de la realidad, sino como la posibilidad de ver el lado jocoso de las circunstancias.

Aceptar y estimular la diversidad, reconociendo que gracias a las diferencias podemos encontrar distintas respuestas a las situaciones que nos afectan como personas y grupos. Concebir a la diversidad no como una amenaza, sino como una oportunidad.

Aceptar a los otros por lo que son y no por lo que deberían ser; sin comparar o resaltar permanentemente las carencias. Reconociendo y valorando las actitudes y aptitudes que poseen, no solo en las grandes acciones sino en las cotidianas.

Estimular el sentido de la vida. Esto puede hacerse apoyando a otros, dándole espacio a la solidaridad, cooperación, y de esta forma sentirse útil.

La resiliencia bajo ninguna forma justifica injusticias, atropellos ni agresiones. No se pueden descuidar las responsabilidades sociales, políticas y económicas, bajo el argumento de que las personas pueden superar las adversidades y las crisis.

Seguimos creciendo juntos


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jueves, 18 de febrero de 2016

LOS NIÑOS ¿HABLAN DE POLÍTICA?



Los niños: ¿hablan de política?
La comunicación es primordial en la educación. (Créditos: Archivo)
Por: Óscar Misle
 @oscarmisle

El tema de la situación actual del país tiene tomado todos los espacios de socialización. La escuela no escapa a esta realidad. En los recesos y pasillos, los estudiantes relatan situaciones vinculadas al desabastecimiento de alimentos y medicinas, la inseguridad y cómo afecta su dinámica familiar

Según nuestra legislación los niños, niñas y adolescentes tienen derecho a participar, informarse, opinar, reunirse, hacer propuestas para darle vida a su ciudadanía; siempre tomando en cuenta  su edad y momento de desarrollo.

La progresividad en la participación es un fundamento pedagógico esencial. Una participación ejercida con presión del adulto, con ideas inducidas o manipuladas, no es lo que se estipula ni en la convención sobre los Derechos del Niño ni en la Ley Orgánica para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes.

Es cierto que la escuela no puede estar al margen de lo que pasa en la sociedad y mucho menos de lo que acontece políticamente. Es necesario partir del contexto en el que les toca vivir a los niños en el cual las tensiones políticas afectan las relaciones y se traducen en agresiones simbólicas, reales e incluso físicas.

En esta realidad, inducir a los niños a que realicen actividades proselitistas, vengan de  donde vengan, sin tomar en consideración las consecuencias que puedan tener sus palabras por el rechazo de quienes están en desacuerdo puede poner en riesgo su integridad física.

¿Cómo abordar los temas políticos con los niños?

Formando con el ejemplo. Un trabajo que debe empezar por nosotros. En el discurso exigimos tolerancia y respeto, pero seguimos siendo intolerantes; diálogo, pero solo queremos escuchar lo que nos conviene e interesa; fe, no creemos en lo que los demás dicen y hacen; perdón, fomentamos resentimiento y odio. Con nuestro ejemplo aprenden más que con nuestras palabras.

Garantizando su libertad de pensamiento. La Ley Orgánica de Educación (LOE. 2009), establece que no está permitida la realización de actividades de proselitismo o propaganda partidista en las instituciones y centros educativos de educación básica (desde inicial a media), por cualquier medio de difusión, sea oral, impreso, eléctrico, radiofónico, telemático o audiovisual (Art.12).

No haciendo apología al odio. La Ley prohíbe en todas las instituciones y centros educativos del país, la publicación y divulgación de programas, mensajes, publicidad, propaganda y promociones de cualquier índole, a través de medios impresos, audiovisuales u otros que inciten al odio, la violencia, la inseguridad, la intolerancia, la deformación del lenguaje; que atenten contra los valores, la paz, la moral, la ética, las buenas costumbres, la salud, la convivencia humana; los que promuevan el terror, la discriminación de cualquier tipo, el deterioro del medio ambiente y el menoscabo de los principios democráticos, de soberanía nacional e identidad nacional, regional y local (Art. 10 LOE).

Construyendo la paz. En lo cotidiano, en la  forma de resolver los  conflictos en la familia, cuando salimos a la calle y nos atrapa el tráfico y nos molestamos, necesitamos pensar muy bien lo que decimos y cómo lo decimos, cuando hacemos colas para comprar alimentos o medicinas y llegamos a la casa cansados o frustrados porque no conseguimos lo que necesitábamos o no nos alcanzó  el dinero… Es muy importante no  dejar  que ese estado  emocional  nos haga agredir a nuestros seres queridos. Es conveniente darnos un tiempo, respirar  profundo y cuando estemos más calmados podemos  conversar y compartir  lo que nos molesta. No se trata de reprimir o evadir la realidad; pero si buscar el momento apropiado.

Seguimos creciendo juntos


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jueves, 11 de febrero de 2016

UN SALÓN DISTINTO, UNA MAESTRA DIFERENTE

 


Una salón distinto, una maestra diferente
Una vida escolar diferente. (Créditos: Archivo)
Por: Óscar Misle, @oscarmisle


Recuerdo una visita  que  hicimos a la maestra Raíza. Nos  sorprendió que el aula estuviera organizada de forma diferente. Los estudiantes estaban sentados en pupitres colocados en pequeños círculos. Entre risas y acalorados comentarios compartían lo que habían escrito en sus diarios “Lo que traigo en mi morral”, así lo  bautizaron.

Partían de una situación que habían vivido, desagradables o no, y lo que habían hecho para transformarla. Contaban las situaciones vividas e identificaban por qué les resultaban interesantes,  placenteras, tristes o molestas. La actividad, no nos la explicó Raíza, fueron los mismos niños y niñas quienes con mucho entusiasmo  compartieron sus vivencias. 

Todos los días dedicaban la primera media hora para compartir, verse los ojos, reír, a veces llorar y apoyarse mutuamente. Raíza incorporaba en sus clases los relatos para motivar reflexiones que relacionaba con las materias del día. Su idea no era convertir el aula en un grupo psicoterapéutico, dejando de lado los compromisos académicos. Era darle vida al aprendizaje.

En una colorida cartelera se exhibían fotos de perros, gatos y uno que otro animalito doméstico. Eran sus mascotas. Estaban identificadas con su nombre y acompañadas con una frase amorosa del dueño, en este caso de los estudiantes.

Partía de lo que significaba  la crianza y cuidado de las mascotas para hablar del amor,  la vida, la protección, la responsabilidad, el compromiso, las enfermedades, los accidentes, la muerte y los duelos…           

Con emoción nos decía: “No tienen idea como ha cambiado el clima escolar. Ha bajado de forma significativa la violencia en el aula. Me he dado cuenta que si los educadores aprovecháramos ese fascinante pero retador proceso de convivir, que no es otra cosa que expandir lo que somos, sentimos, pesamos y soñamos. Lograríamos fortalecer desde los primeros años los vínculos para lograr la conexión  a través  de la empatía”.

Ese ponerse en lugar del otro, no es solo para contactar lo que siente,  sino para acompañarlo en sus alegrías, tristezas, sueños… En ese acercamiento descubriríamos que las emociones son  la paleta de pintura que colorea nuestras relaciones. Nos revelan mucho de lo que somos y sentimos.

Raíza nos mostró que a convivir se aprende, tal y como lo dice la UNESCO. Aprender a convivir requiere cocimientos y estrategia que posibiliten darle contenido práctico a la solidaridad, cooperación, respeto, tolerancia para que no se  queden en definiciones huecas que se memorizan pero no se aplican.

El clima escolar se siente cálido cuando las aulas dejan de ser jaulas para convertirse en espacios en los que se respire y sienta la vida. Una posibilidad para que  los conflictos sean oportunidades para aprender a solucionarlos de forma pacífica. Momentos educables donde se aprende de los errores y la democracia se vive con el ejemplo.

Seguimos creciendo juntos 


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jueves, 4 de febrero de 2016

¡NO QUIERO IR AL COLEGIO!




¡No quiero ir al colegio!
Mantén una buena comunicación con el pequeño. (Créditos: Archivo)
Por: Óscar Misle, @oscarmisle


Para Marta las mañanas se han convertido en un martirio. Ricardito (10 años) se resiste a ir al colegio. Se pone muy ansioso y agresivo. No quiere o no puede decir por qué no quiere pisar las puertas del plantel, no quiere hablar. La situación se  ha vuelto muy crítica, porque la resistencia es cada vez mayor. Marta ha consultado en el colegio. Ha hablado con la maestra y hasta con el director. Nadie identifica qué pudiera estar pasando.
Situaciones como estas suelen darse con frecuencia. Detrás de la resistencia pueden estar ocultos muchos factores  que es necesario explorar.                  

Fue o es víctima bullying o acoso escolar. Recordemos que estas situaciones  se dan sin que los adultos nos demos cuenta.
El bullying, el acoso y hostigamiento son repetidos y realizado por un estudiante que se mete con otro más vulnerable para hacerlo sufrir delante de los compañeros. En otras palabras, es el uso del poder para hacerle daño a otro y ganar popularidad. También pudiera estar presente la agresión o abuso por parte de un maestro, profesor  o miembro de la comunidad educativa.   

Por una situación que le genera ansiedad e inseguridad. Puede ser que se sienta inseguro por algún cambio en la escuela, cambio de sección, de grupo, de salón o de colegio. Se siente excluido y tiene dificultad para socializar y adaptarse a la nueva realidad.

Por una situación familiar. Puede que en la familia hayan conflictos, violencia  intrafamiliar, adicciones,  problemas de relación y comunicación entre los padres, un divorcio en marcha, la muerte de un ser querido y se siente mal emocionalmente, triste, deprimido, hostil y sin ánimo para salir de la casa, mucho menos asistir a la escuela.

Se siente solo y busca la atención de la familia. Percibe que con su actitud logra que la familia no lo tome en cuenta. Se siente invisible. Puede ser  una búsqueda de afecto  inconsciente.

Una forma de retar a los padres. Especialmente si son muy exigentes o perfeccionistas. Sabe que con su actitud molesta, de cierta forma, le sirve para vengarse de los excesos de una disciplina rigurosa e inflexible.

Sobreprotección y contradicciones. Lo hace por llevar la contraria y tiene a su favor una estructura de pautas de crianza confusa en la que los límites no están claros. Los  padres temen a las reacciones de su hijo y lo complacen en todo para no entrar en conflictos. Son los típicos padres “amigos de los hijos” confundiendo los roles. Se hacen cómplices porque sienten que si entran en conflicto se le van de las manos.

Problemas de salud mental y emocional. Generan cambios drásticos de humor, ansiedad, fobias, miedos, agresividad y que pueden hacer que rechace tener que socializar en la escuela.

Dificultad para el aprendizaje. Siente frustración e impotencia al no poder  cumplir  con las  expectativas de los docentes y familias.

Cambios de maestros o profesores con muchas exigencias académicas, se extralimitan en la aplicación y exigencias de las normas o simplemente  siente que lo rechazan por su forma se de ser.

La escuela le parece aburrida. Se fastidia. La escuela no cubre con sus expectativas anímicas e intelectuales, le imponen una disciplina y exigencias que  violentan su personalidad y temperamento.

Son muchos los motivos que pudiesen estar encubiertos en ese  “No  quiero ir a la escuela” requieren ser explorados para abordar las causas que generan el rechazo escolar. La situación varía de niño a niño y en el momento de su proceso de desarrollo evolutivo. En el caso de los adolescentes hay que considerar otras variantes. El apoyo profesional es muy importante.

Suele haber resistencia para acudir a los profesionales de salud mental, psicopedagogos, psicólogos, psiquiatras… Hay que vencer esos prejuicios. Cuando uno de nuestros hijos tiene un malestar estomacal que afecta su salud física  no dudamos en llevarlo a un gastroenterólogo.

Seguimos creciendo  juntos  


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VIOLENCIA. HAY QUE HABLAR CON LOS NIÑOS

  Óscar Misle Óscar Misle Los recientes enfrentamientos armados en la Cota 905 y comunidades aledañas y los operativos que se van realizan...