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viernes, 26 de septiembre de 2014

LAS HERIDAS EMOCIONALES ¿PUEDEN FLORECER?

Una vez  escuché que no somos nosotros quienes seleccionamos los libros. Son ellos los que nos seleccionan a nosotros. Tampoco fui yo quien seleccionó el  título de mi más reciente libro, publicado con editorial Planeta Venezuela, Heridas que muerden, heridas que florecen. Fue él quien me seleccionó a mí. Convocó a mis heridas emocionales, la de los  pacientes, amigos y familiares para  que en sus páginas tomaran la palabra.

A través de él, veremos cómo transformaron sus heridas infectadas por el miedo, el  dolor, la soberbia, la frustración y el resentimiento. Mordían por todo lo reprimido hasta que lograron florecer cuando alguna circunstancia, casi siempre  inesperada, cambió la percepción que tenían de sí mismos y de lo vivido. Sus heridas empezaron a florecer por situaciones inéditas; pero profundamente  humanas.    

El condón emocional
Las heridas tienen su propio lenguaje: A veces son secuestradas por nuestro  condón emocional. Un preservativo llamado miedo. Lubricado por la culpa y la vergüenza. Un condón que no nos deja intimar por el temor a que nos dejen de amar si nos mostramos tal cual somos.

Sabemos que las emociones son los altavoces de las heridas. Tenemos la posibilidad de reconocerlas y reivindicarnos con ellas para que la discapacidad emocional no nos anestesie y nos convirtamos en esclavos del desamor.

Si somos heridos en la crianza y en la educación, ¿por qué repitieron la receta utilizando métodos violentos? Seguramente nuestras heridas comenzarán a morder.   Surgirá  la disyuntiva, ¿nacemos  violentos o lo aprendemos?, ¿cuál es el límite entre la sobreprotección y el  abandono?.

Paradójicamente en los lugares en los que tendríamos  que estar y sentirnos más seguros y protegidos por las personas que supuestamente nos tendrían que amar,  nos agredieron y dijeron: “Te pego porque te quiero”. Esas heridas las llevamos a la escuela metidas en nuestros morrales. También están las heridas por duelos, traiciones,  violencia intrafamiliar, adicciones y abandono, ¿qué pasó  con ellas?, ¿Las pudimos ventilar, liberar, oxigenar? Cuando llegamos a nuestras casas con nuevas cargas ¿hubo espacio para compartir lo vivido o sufrido  por las agresiones por  bullying o acoso escolar u otras formas de violencia? 

¿Y qué para con la pareja? Ese espejo que nos muestra eso que no queremos ver. ¿Por qué tanta soledad en compañía? ¿Qué  sucede  con el amor cuando la ilusión se convierte en desilusión?; ¿Qué hacer cuando descubrimos  que el  amor  lo que  tiene  de miel  lo tiene de hiel? . 

El libro Heridas  que muerden, heridas  que  florecen nos  invita a  navegar  por los surcos de nuestras heridas  hasta llegar a nuestro  jardín interior, como diría mi amigo Carlos Fraga. Su lectura nos anima a digerir  lo que pensamos, sentimos, para  que nuestras heridas puedan florecer para madurar  y crecer.


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CUANDO LOS HIJOS SE VAN EN EL AEROPUERTO SE SIENTE LA DESOLACIÓN

Por: Óscar Misle, @oscarmisle


Cómo enfrentar cuando los hijos se van
Son cada vez más frecuentes las despedidas en el aeropuerto (Créditos: Shutterstock.com)


Es una  historia  de  la década de los 60, que  cuenta  como una familia de provincia, conservadora, ve partir a sus hijos por diversas razones. Uno se marcha porque quiere ser cantante, otra se va porque se  enamora de alguien que sus padres rechazan, y está la más pequeña y  rebelde, que decide estudiar una carrera no acorde con las expectativas de sus padres.

Esta historia de amor y dolor, de despedidas y duelo por separaciones, se hace presente 46 años después con la diferencia que los hijos deben irse de sus casas,     salir del país, huyendo de la inseguridad y por la frustración e impotencia de no  encontrar oportunidades y posibilidades para realizar sus sueños en las  profesiones  y  oficios que les atraen.

En uno de mis viajes al exterior, antes de entrar a emigración, me conmovió presenciar  una escena muy dolorosa.  Un joven de 18 años, se despedía de un grupo de compañeros y amigos,  que con  llanto le decían adiós portando carteles  que exhibían frases como “te amamos”, “te extrañaremos mucho”, “el país va a cambiar  y volverás”…

Lo que no estaba escrito en las pancartas eran las lágrimas desconsoladas de su familia quienes lo abrazaron sin poder despegarse. Un dolor que nos puso a llorar a todos.

Esta escena se repite cada vez con más frecuencia. Es recurrente escuchar “la decisión de irnos no es porque no nos interesa o dejamos de querer a nuestro país, es por miedo por lo que nos  pasó”. Salen a escena los  robos, secuestros de los  que  fueron víctima  o los homicidios de seres queridos…

No solo sacan a los hijos del país las persona que no están de acuerdo con la gestión del actual gobierno, también esa decisión la  toman funcionarios públicos que temen que sus hijos sean agredidos o atacados por la intolerancia o la  inseguridad que les toca vivir en el día a día, y  que no logran evitar a pesar de contar con guardaespaldas y  carros  blindados.

¿Y quiénes se quedan?

Existe un sector que no cuentan con las condiciones para irse del país. Son esos  adolescentes y jóvenes que, a pesar de las amenazas del entorno, desean  estudiar en su país una carrera o prepararse en un oficio que le permita realizar  su proyecto de vida. Son esos ciudadanos que se quedan asumiendo el riesgo   de que sus sueños se trunquen porque una bala los sorprende en el lugar y momento menos esperados.

Son esas familias que trabajan y no renuncian a la posibilidad de tener un país más seguro y con una calidad de vida que satisfaga sus necesidades y expectativas. Somos todos y cada uno de nosotros que no renunciamos a nuestros  sueños y  exigimos un país que nos cobije y no que nos espante.

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LA RECETA EN LA CRIANZA

Por: Óscar Misle, @oscarmisle


La receta de la crianza
Vale la pena intentar otros mecanismos. (Créditos: Shutterstock.com)


Tenemos la tendencia de repetir pautas de crianza en cadena, tal y como lo evidencia Eleonor, la esposa de Jorge, quien estaba preparando un "asado negro". Un plato tradicional en nuestra cultura venezolana. Jorge, su pareja, la miraba con mucha atención.

Eleonor tomó el trozo de carne, lo aderezó con los condimentos usuales, hasta que llegó el momento de freírlo en un caldero con aceite caliente. En lugar de utilizar una hornilla, utilizó dos, colocó dos calderos en paralelo, cortó el trozo de carne por la mitad y en cada caldero colocó un pedazo.

Jorge sorprendido, le pregunta: ¿Por qué utilizas dos calderos, si el trozo de carne entra en uno solo? Eleonor, muy segura, le dice: “Como se nota que no sabes hacer el asado negro. El secreto para que se ponga negro, está en los dos calderos, solo de esa forma queda doradito y rico”. Jorge le responde: “Pensé que era el azúcar o el papelón derretido en el aceite caliente lo que lo ponía negro”. “Eso influye”, responde Eleonor. “Pero el secreto son los dos calderos”.

Jorge no conforme con el argumento de Eleonor, le pregunta a Carmen, su suegra, quien estaba pasando una temporada con ellos. “¿Carmen cómo se hace el asado negro?”. “¿Y esa pregunta Jorge? Eleonor lo hace muy sabroso”, exclama. “Lo sé Carmen, pero tengo una duda, ¿Me puede revelar su secreto?”. Carmen le repite los mismos pasos que realizó Eleonor, haciendo énfasis de la importancia de colocar los dos calderos sobre el fuego, al mismo tiempo.

Jorge no convencido con lo de los dos calderos, en una de las visitas a la abuelita de Eleonor, le pregunta si recuerda cómo se hace el asado negro. La abuelita, con mucho orgullo, le narra el proceso, pero cuando llega el paso de poner la carne en el caldero, solo hace referencia a uno y no a dos. Jorge, inmediatamente le pregunta: “¿No son dos calderos?”. La abuela se ríe y le dice: “No mijo, lo que pasa es que en la casa éramos muchos y la carne no cabía en un solo caldero, por eso tenía que utilizar dos”.

De la misma forma que Eleonor repitió, convencida, la práctica de los dos calderos para hacer el asado negro, solemos repetir pautas de crianza sin preguntarnos si son o no las adecuadas, simplemente si a mí me criaron así; así los crío yo.

Valdría preguntarnos si podemos poner en práctica pautas de crianza diferentes, no decimos mejores para que no nos atrape la culpa, pero si distintas estrategias  que  nos permitan educar y formar sin violencia.
¿Queremos que nuestros hijos e hijas nos recuerden con rencor? Estamos convencidos que no, todos deseamos que nos recuerden con amor y sin resentimientos. Ciertamente cometemos errores, repetimos con nuestros hijos eso que nuestros padres hicieron y  que nos dejó heridas emocionales por lo  tanto. ¿Vale la pena  cambiar la receta? 

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¿CÓMO RESPONDEN LOS ADOLESCENTES ANTE LA LEY?

Por: Óscar Misle, @oscarmisle



Cómo deben responder los adolescentes ante la ley
Existen leyes en contra de los adolecentes. (Créditos: Shutterstock.com)

Desde que se aprobó la LOPNNA, este aspecto fue considerado prioritario y se creó el Sistema de Responsabilidad Penal del Adolescente. En el último período de sesiones de la Asamblea Nacional, antes de las vacaciones parlamentarias, se aprobó la Reforma a la LOPNNA. Se subió la edad de los adolescentes de 12 a 14 años para tener responsabilidad penal; entre ellas la privación de libertad. El hecho más significativo fue el aumento del tiempo de privación de libertad a 10 años, antes era 5; para los adolescentes menores de 18 años.

A pesar de que para muchos el aumento de los años para la pena pueda significar una buena noticia, es un retroceso porque no resuelve la situación, al contrario; a más años de prisión mayor es la probabilidad de que se haga más difícil la reinserción social, más  si se toma en consideración la precaria condición de los centros de privación de libertad de adolescentes en el país.

Las medidas socioeducativos que tendrían que ser prioridad para que se implementen programas psicológicos, psiquiátricos, sociales, de formación laboral deja mucho que desear y la cultura del “pran” sigue reinando en algunos de los centros.

Cuando los adolescentes están presuntamente involucrados o han participado en la comisión de un hecho punible deben dar cuenta de sus actos ante el Sistema Penal del Adolescente. Tienen derecho a la justicia, contar con un abogado, a que se respeten sus derechos humanos teniendo claro que se presume la inocencia hasta que no se demuestre lo contrario.

Con frecuencia escuchamos: “Las y los adolescentes tienen derechos y no responsabilidades” o que adolescente la hace y no la paga; no obstante, en la ley existe la responsabilidad penal del adolescente. Este es un sistema ante la cual él o la adolescente que comete un hecho que viola la ley penal debe dar la cara y asumir su responsabilidad, y la justicia, dependiendo de la gravedad del hecho aplicará las sanciones que van desde la amonestación, imposición de reglas de conducta, servicios a la comunidad, libertad asistida, semi-libertad y la privación de libertad o internamiento.

En nuestra realidad constatamos como adolescentes agreden a otras personas, sus pertenencias, instalaciones públicas, bienes de particulares y piensan que por ser adolescentes están amparados por las leyes y no tendrán consecuencias.

Una “travesura” o un acto cometido bajo los efectos del alcohol o la incitación de sus “compinches” pueden llevarlos a cometer hechos que no pueden ni deben quedar impunes. En caso de que se les acuse de estar involucrados,  directa o indirectamente, en uno de estos hechos, es la justicia la encargada de investigar para establecer la magnitud del hecho y las sanciones correspondientes.

El estado debe garantizar programas dirigidos a adolescentes para que la prevención sea la clave. La falta de políticas públicas coordinadas y efectivas, nacionales y no discriminatorias, sigue siendo una deuda pendiente que si no se salda seguirá teniendo graves consecuencias que no se resuelven solo aumentando los años de prisión.

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EN LOS ZAPATOS DEL OTRO ¿ES POSIBLE?

Por: Óscar Misle, @oscarmisle


En los zapatos del otro
Apliquemos lo que decimos. (Créditos: Archivo)

Recuerdo en bachillerato a la profesora Domínguez. Parecía que leía lo que  pensábamos y sentíamos. No era intimidatoria; pero tenía la capacidad  de captar mucha información sobre los estudiantes y de colegas. Podía decodificar lo que pasaba por las palabras que utilizábamos, el tono de nuestra voz y la postura corporal. De pronto te sorprendía preguntándote: “¿Cómo te sientes?” Automáticamente respondíamos “bien, ¿por qué?” Sonreía, sabía que no decíamos la verdad, intuía que algo nos pasaba y lo ocultábamos.  

La profe Domínguez, nos decía que los sentimientos y emociones eran un reflejo del pensamiento. Escuchaba atentamente lo que expresábamos, para demostrarlo parafraseaba lo  que decíamos. Eso nos daba la grata sensación de sentirnos escuchados. Era una profesora muy especial. Cuando un estudiante se burlaba de otro, le decía: “Quizás a ti no te moleste ese  comentario o broma, pero a él si le duele”.

Era la profesora guía. En cierta ocasión nos comentó que la empatía está relacionada con la compasión. Es necesaria para poder captar a fondo lo que sienten los demás. Con la empatía se puede conectar el  dolor. La compasión, que no es otra cosa que vivir la pasión con el otro, abre puertas para dejar  entrar  al corazón al que sufre y brindarle apoyo en la medida de nuestras posibilidades.

Decía que muchos de los males que vivimos como sociedad se deben a que estamos anestesiados emocionalmente. Para estimular la empatía, colocaba imágenes de personas en diversas situaciones o nos invitaba a realizar dramatizaciones en las que se utilizaba solo el lenguaje corporal. Nos invitaba a observar a los personajes y que anotáramos lo que sentíamos o pensábamos  sobre lo que estaban viviendo o padeciendo, prestándole mucha atención a sus  gestos, movimientos, reacciones. Nos estimulaba a ponernos en sus zapatos para captar lo que sentían.

Siempre hacía énfasis en que mientras alguien habla, lo oímos pero no lo escuchamos, lo vemos pero no los observamos. Estamos más pendientes de lo que  vamos a decir cuando termine de  hablar. Nos distraemos con lo que está pasando en el entorno o de la película que empieza a rodar  por la mente, mientras el otro se  queda en un monólogo  que  nadie escucha, por lo tanto,  la empatía queda saboteada por estas reacciones.

Todo lo resolvemos virtualmente, con un mensaje por las redes sociales, por el teléfono o con un ícono de una carita que expresa el estado anímico. La soledad, no la elegida, las otras soledades, las que sentimos por las pérdidas, el distanciamiento y la desconexión. Esa que sentimos aun viviendo en la misma casa o durmiendo en la misma cama. Esa soledad desolada nos envuelve en una sensación de frio interior que nos  hace sentir invisibles.

En la medida que estimulemos la empatía desde los primeros años de vida, tendremos una sociedad menos indolente e indiferente al dolor del otro.

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¿POR QUÉ MIENTEN NUESTROS HIJOS?

Por: Óscar Misle, @oscarmisle


¿Por qué mienten nuestros hijos?
No podemos encubrir una mentira. (Créditos: Shutterstock.com)

Escuché que las mentiras son del tamaño de las verdades que ocultan. Incluso las  tiñen del color de acuerdo a su intensidad, por ejemplo: las “mentirillas  blancas” que sean del color que sea son mentiras de las verdades.

Nuestros hijos y parejas pueden ocultar la verdad por diferentes razones o decir “medias verdades” por miedo a cometer “sincericidios”. Prefieren callar para no  someterse a la reacción de quienes escuchen la confidencia. Puede ser porque los padres sean muy rígidos y poco tolerantes, prefieren mentir para evitar sermones, castigos y agresiones.

Por un lado está el dicho pero por el otro el hecho. Las mentiras son utilizadas para evadir responsabilidades, para no asumir las consecuencias de los actos.
Ciertamente, no siempre se puede ni debe decir lo que se siente o piensa de alguien,  porque esa franqueza puede ofender, humillar o hacer daño.
Las personas “francas” sin “pelos en la lengua” suelen ser muy  buenas haciendo críticas; pero muy  malas recibiéndolas.

No se trata de decir lo contrario de lo que se piensa; vamos a ilustrarlo con un ejemplo: si alguien se hace un corte de cabello y no me gusta, si no me pide mi opinión no tengo porque decirle “que feo te quedó ese corte”. Y si me pregunta, tampoco le voy a decir “que bonito te quedó”. Quizás le puedo responder “lo importante es que tú te sientas bien con  tu nuevo estilo de cabello” o “me gustaba tu cabello largo”. Depende de la persona, de su sensibilidad, de su capacidad  o disposición para recibir y procesar las críticas.

En ocasiones, especialmente en el caso de padres separados, los hijos pueden mentir u ocultar la verdad para proteger al padre o a la madre, porque saben que si hacen algún comentario posiblemente afloren los resentimientos que existen por los conflictos de la pareja.

Es el típico caso del hijo que sale el fin de semana con el papá. Almuerzan comida rápida y cuando llegan a la casa y la mamá o abuela le pregunta: “¿Qué comiste?” inventa un menú balanceado, sano, nutritivo que no tiene nada que ver con las hamburguesas que se comieron.

La confianza no se decreta. Se gana cuando se da la posibilidad de crear un clima  de intimidad en el que nos sintamos cómodos, sin miedo a expresar lo que sentimos por la reacción defensiva u ofensiva de quien escucha. Con nuestra actitud podemos abrir las puertas para la comunicación o podemos cerrarlas porque nuestras palabras, gestos refuerzan el “contigo no se puede hablar” que comúnmente  dicen nuestros  hijos y también parejas, compañeros de trabajo.

Los niños pequeños suelen, por la riqueza de su imaginación, confundir la  fantasía con la realidad. Como adulto podemos orientarlos pero nunca calificarlos  como mentirosos.

En los duelos o situaciones adversas los niños y niñas pueden utilizar las mentiras  como mecanismos de defensa y encubren lo sucedido con una historia que le es menos traumática.
Si las mentiras son permanentes hay que preguntarnos lo que está tratando de preservar o si hay una situación psicológica que le hace desvirtuar la realidad.   

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CÓMO APOYARLOS EN ESTOS PRIMEROS DÍAS DE CLASES

Por: Óscar Misle, @oscarmisle



Cómo apoyarlos en el regreso a clases
Apóyalos en el regreso a clases. (Créditos: Shutterstock.com)

Son las  cinco de la madrugada, suena el despertador, es el día en el que se inician las clases después de unas largas vacaciones. Toda la  familia  se  pone  en acción. Robertico (6 años) se resiste a levantarse de la cama, dice sentirse mal porque le duele la barriga. María Josefina, su mamá estresada  le dice: ¡Vamos  levántate, ya tuviste bastantes  vacaciones! Tu hermanita se levantó y está preparando sus cosas. Robertico revienta con un ataque de ira que desconcierta a la mamá. Sin poderse controlar vomita, Mariela trata de calmarlo, sin éxito, porque  de la  rabia pasa al llanto y entre sollozos  grita  ¡mamá, que no quiero a la escuela!       
¿Qué le  pasa a Robertico? Tendrá que iniciar su primer grado, quedaran atrás las rondas para  jugar, cantar y leer cuentos. Deberá empezar su primaria con una  rutina y disciplina que en nada se parece a la libertad que tenía y sentía en su preescolar. Es muy importante prepararlos para el inicio de  clases. Esa transición  suele generar mucho estrés en las familias. Puede que se  detonen  emociones  como: miedo, inseguridad, tensión y que realmente el dolor de estómago de Robertico  no sea un  invento.
Además, lo cambiaron de escuela y siente rechazo a esa nueva realidad. No sebe  con quiénes  se  va  a relacionar.
También, está el caso de aquellos estudiantes que vivieron en su antigua escuela una experiencia no grata, arrastrarán la cobija, los recuerdos y frustraciones. Tendrán que  relacionarse con un nuevo maestro o maestra. Ese nuevo vínculo lo llevará a recordar al anterior, si hubo una buena conexión tendrá que vivir el duelo, y si no fue grata la experiencia lo arroparán los miedos.
Sentirán dudas de cómo será su relación con los nuevos compañeros ¿lo aceptarán? ¿Tendrán que pagar el costo de ser  “el nuevo”?. Si  fue  víctima de acoso  en su escuela anterior, seguramente llevarán en su morral la angustia de esa mala experiencia. Puede sentir resistencia por las pautas de la disciplina que de alguna forma cambió durante las vacaciones y ahora tendrá que adaptarse a una situación percibida como poco placentera y estimulante.
Seguramente durante las vacaciones permitimos cambios de ciertos hábitos alimenticios, horarios  que se deben ir  ajustando, poco a poco, antes del inicio de clases.
En ese primer día es cuando más necesitan sentirse queridos, comprendidos y apoyados por su familia.
Volviendo al caso de Robertico, lo ideal hubiese sido haber realizado con él una visita a la escuela antes del inicio de clases para que pudiera conocer el lugar, las aulas, el patio, las canchas. Aprovechando ese momento para hablar, aclarar  dudas, contar nuestras experiencias de niños y cómo las superamos.
El inicio a clases es una transición que requiera paciencia, ajustar la hora de irse a la cama, abrir espacios para compartir las expectativas y los sentimientos sobre lo que desean, temen, imaginan y sueñan. 
Debemos escuchar sus temores, dudas, intereses con mucha atención y respeto. Es necesario que sientan que volver a clases no significa un abandono de nuestra parte. Hagámosle sentir con expresiones de afecto, besos, abrazos, que siempre estaremos a su lado para apoyarlos.
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EMBARAZO DE ADOLESCENTES ¿PERO SI ESTABAN INFORMADOS?

Por: Óscar Misle, @oscarmisle


Una adolescente embarazada
La sombra de una barriga. (Créditos: Shutterstock.com)

Rosaura, 17 años, participó desde el inicio de su adolescencia en un programa de salud sexual y reproductiva. Siempre  fue muy responsable y capaz de absorber la información como ninguna. De pronto, para sorpresa de todo, nos sorprende  con la noticia de que está embarazada.

Rosaura estaba pasando por uno de esos días difíciles debido a una situación familiar. Su papá se separó de su mamá y se fue a vivir al exterior. Su duelo lo vivía en silencio. Decidió hablar con su novio quien la invitó a tomarse unas cervezas. Le contó que se sentía sola y muy triste. Para consolarla la invitó a un lugar más íntimo, le dio los abrazos y besos que Rosaura necesitaba. El problema fue que con los efectos del alcohol y su estado emocional, no se protegieron y poco sirvió la información en ese momento y condición.
    
Las estadísticas del Fondo de Población de Naciones Unidas hablan por sí solas: Venezuela encabeza la lista de países de Sudamérica con mayor número de embarazos adolescentes con una cifra que está cerca de 120 mil embarazos anuales. Realidad que exige que la prevención se convierta en una política pública, prioritaria, con programas que propicien la activa participación de las familias, centros educativos y comunidades.

Un embarazo cambia la vida de los adolescentes. En el caso de la mujer se convierte en un factor de riesgo que puede poner en peligro su salud física y emocional porque no está preparada ni es suficientemente madura para asumir tal responsabilidad. El hombre también se embaraza, solo que culturalmente la responsabilidad cae sobre la mujer. Cuando se convierte en padre y no sabe qué hacer con sus sentimientos contradictorios. La angustia de tener que ser un proveedor económico y el vacío emocional de no saber cómo expresar el amor puede hacer que el miedo le lleve a huir.

Los bebés también tienden a sufrir riesgos importantes, porque suelen nacer prematuros, con partos complicados que pueden comprometer su salud y vida.

¿Qué podemos hacer?

Formar para una sexualidad sana, placentera y responsable. Hablamos de formar y no solo de informar. Una investigación demostró que de cada 10 adolescentes embarazadas 8 tenían la información de cómo evitar un embarazo. Lo que demuestra que la información es importante;  pero por sí sola no basta. Hay que considerar otros aspectos como por ejemplo: el valor que se le da culturalmente a la maternidad, la necesidad de conseguir el afecto en unos brazos aunque sea a través de una relación sexual no protegida, la búsqueda de salidas de hogares inhóspitos o donde el abandono está presente, la presión social, las resistencias en torno al uso de métodos anticonceptivos.

La formación para el ejercicio responsable de la sexualidad debe comenzar desde los primeros años. No es cierto que la formación para la sexualidad estimule la curiosidad para experimentar, al contrario, no olvidemos el encanto  que  tiene lo prohibido para los adolescentes.
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VIOLENCIA. HAY QUE HABLAR CON LOS NIÑOS

  Óscar Misle Óscar Misle Los recientes enfrentamientos armados en la Cota 905 y comunidades aledañas y los operativos que se van realizan...