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domingo, 17 de junio de 2012

SER Y SENTIRSE PADRE


SER Y SENTIRSE  PADRE

Desde  los primeros, años al varón se le estimula para la   búsqueda y demostración de poder, estatus, éxito, reconocimiento social por lo  que  hace  y, ese titánico esfuerzo, lo va llevando poco a  poco a  postergar, no  en pocos  casos ignorar  o no  querer reconocer las  necesidades  emocionales y afectivas  de sus seres queridos.

Su condón emocional bloquea sus  sentimientos. De tanto  hacer, hacer, hacer… se llena de estrés. Su corazón se anestesia y sin darse cuenta  se va  quedando  solo, lleno de  trabajo, de  un silencio estéril, porque en lo profundo siente mucha bulla que “distrae”  su corazón  con deportes, política, sexo, poder…

Según Walter  Riso muchas  veces  cuando el hombre logra  tomar  conciencia ya el mal está  hecho, posiblemente  necesitó  un cáncer  o un  infarto para darse  cuenta de  algo  que parece  tan elemental como la necesidad de  expresar  y hacer sentir el amor.

No es raro escuchar hombres  que, con mucho  orgullo, dicen  que  su padre era  un  tipo  trabajador. Lo justifican diciendo: “Esa era  la forma que mi  viejo tenía de  demostrar su amor”; y es  cierto, el problema es  que no fue suficiente esa entrega al trabajo. Por más heroica y productiva que resultase,  porque los seres  queridos  se sintieron desatendidos  e invisibles  afectivamente.

Riso relata  la experiencia de relación  con su padre y confiesa  que le  daba  miedo  conocerlo porque no sabía  con  cuánto  dolor  se iba a encontrar,  cuántas palabras  no dichas, atrapadas  en un espacio  invisible, en un condón emocional que no permitía  que ambos contactaran  sus  corazones.  

Un hecho doloroso, cambio el ritmo de la danza, silente y distante, que  bailaban por años, para ponerlos a bailar “pegao”. Una crítica situación  económica que azotaba a la familia, puso al padre de rodillas, en ese momento de rendición, le contó todo a su hijo, le habló de sus miedos, angustias, frustraciones, impotencias… valiéndose   de palabras humedecidas por  un llanto incontrolado.

Riso  nunca lo  había visto llorar así y esas  lágrimas los acercó tanto que se despojaron de sus respectivos condones emocionales y desde esa vulnerabilidad, debilidad, fragilidad… se abrazaron y después de  un rato, su padre, más sereno  le contó montones de cosas  sobre su  vida, amores, sueños, desengaños.

Ambas masculinidades hicieron contacto. Se vieron a los ojos, las almas se reconocieron y en ese momento se inició la posibilidad de hacer juntos la travesía al  corazón, como   hizo Ulises cuando decidió volver a ver a su hijo Telémaco, al que no veía desde que era muy pequeñito.

Lo que no  sabía Ulises es que los dioses habían preparado un largo y accidentado viaje, desde Troya hasta Ítaca, que duraría diez años más, convirtiéndolo en toda una Odisea.

Siempre  antes, durante y al final del viaje el padre, que se cree ausente, está presente en los genes, recuerdos,  formas de  ser y hacer mostrándonos  que, a pesar de la distancia, estamos mucho más cerca de lo  que  creemos.

Hasta pronto! Seguimos Resonando   

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