Fecha: 21-07-2016
Por: Óscar Misle, @oscarmisle
Salir al cine, ir a la playa, visitar centros comerciales, son posibilidades que no están al alcance de nuestros bolsillos.
La falta de oportunidades o alternativas para la recreación pueden hacer que nuestros hijos e hijas queden atrapados por las pantallas del televisor, enredados en la redes, secuestrados por los videojuegos, intoxicándose de contenidos e inconvenientes para su salud emocional.
La imaginación hace que se alimenten las expectativas y ansiemos ese momento que nos permita cambiar la rutina, con alternativas distintas y emocionantes que le pongan color a la cotidianidad.
Sin embargo, la ilusión pronto se convierte en desilusión. Hasta el punto de convertirse en un “dolor de cabeza” cuando comienzan a expresar que están aburridos, unos lo dicen, otros los evidencian con su comportamiento. Al no tener respuesta la frustración se hace presente y junto a ella la hostilidad.
En estos períodos de tiempo libre, fines de semana, días festivos... La dinámica familiar cambia, los horarios se tornan más flexibles a la hora de levantarse o ir a la cama, comer, recrearse, jugar… estos cambios pueden generar estrés, a veces difíciles de manejar.
Puede preocupar que tanto tiempo de ocio haga que olviden lo que aprendieron en la escuela y les asusta que “pierdan tanto tiempo” y surge la tentación de ponerlos a realizar actividades de nivelación inscribiéndolos en cursos y talleres. Iniciativas que no suelen ser muy del agrado de los niños y niñas, pues sienten que les impide hacer un corte que permita experimentar con actividades diferentes a lo que comúnmente hacen en la escuela.
A muchos adolescentes se les activa el deseo de buscar un empleo que les permita ocupar el tiempo libre y conseguir algunos recursos para comprar el equipo o la prenda de vestir con la que tanto han soñado o tener dinero para ir al cine, la playa, etc. A las familias les asusta que el gusto por el dinero los lleve a plantease la posibilidad de dejar los estudios por el atractivo de contar con un empleo y formar parte de lo que se ha llamado “bachaqueo”.
¿Qué podemos hacer?
Realizar actividades artísticas. Estimulándolos a que se expresen con dibujos que pueden convertirse en cuentos que se compartan con la familia. Podrían realizar tarjetas, cuadros con imágenes o escenas que obsequien a sus seres queridos o para decorar su habitación.
Convertir las manos en posibilidades para crear manualidades sencillas, para crear cofres de cartón, títeres, porta retratos, porta lápices, juegos de memoria y rompecabezas.
Aprender a tocar un instrumento musical, participar en clases de danza o cualquier otro baile que sea de su interés.
Realizar deportes, montar bicicleta, salir de excursión. Se pueden organizar las familias para turnarse y acompañarlos.
Colaborar con las tareas del hogar y compartir, en horarios acordados y que tengan como compensación el estar juntos, comunicarse mientras realizan las actividades domésticas.
Redecorar el cuarto o algún lugar de la vivienda con el apoyo de los adultos, que pueden organizar la habitación de forma diferente, seleccionar lo que ya no utilizan y si están en buen estado donarlos, de esta forma se estimula la solidaridad.
Ver películas, reflexionar sobre el contenido, los personajes, la trama, para identificar qué opinan y sienten sobre lo planteado. Se puede estimular su imaginación preguntándoles qué hubiesen hecho ellos en esa situación.
Visitar familiares, pasar unos días juntos, como por ejemplo: abuelos, tíos, primos para compartir y propiciar el acercamiento.
Seguimos creciendo juntos
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