Páginas

martes, 25 de agosto de 2015

LOS APAGONES DE LA VIDA

Los apagones de la vida

Cuando la vida nos apaga la luz, en nuestro corazón aparecen velas.



Los apagones de la vida
Siempre hay una luz que nos alumbra. (Créditos: Archivo)

En mi libro “Herido que muerden, herido que florecen” hago referencia  a esos sucesos que de pronto  te cambian la vida. Recuerdo al  padre Godoy, un sacerdote salesiano con quien compartí en mis años de adolescente en un grupo en el que realizábamos actividades recreativas, deportivas y artísticas con los niños, niñas y adolescentes de un sector popular caraqueño. 

En una de las reflexiones grupales nos contó que  en su pueblito Timotes, ubicado en el páramo andino, cuando los sorprendía un apagón, todo se oscurecía. El percance los obligaba a encender  velas, y con esa tenue luz  empezaban  a buscar  la avería.

Eso pasa en nuestras vidas. Todo parece estar “bien” hasta que nos sorprende “un apagón”. Puede ser por una enfermedad, duelo, accidente, la pérdida del trabajo, la ruptura con una pareja, la partida de un amigo…  

Un suceso que nos pone de rodillas revelándonos como la vida puede cambiar de un momento a otro, sin previo aviso, donde poco nos sirven las certezas y las seguridades, la soberbia, las arrogancias y vanidades... Lo que nos queda como sedimento de ese momento, es un ser ablandado por la vulnerabilidad que necesita conectarse con lo esencial.

Ahora ¿qué es lo esencial? Es eso que te hace mirar para arriba cuando estás atrapado en la sombra. Es lo que te hace volcar los ojos al interior, cuando están encandilados por las seducciones del exterior, por las adicciones al consumo, las alucinaciones del éxito, el gusto por el  poder y todo eso  que  nos atrapa afuera.

Lo esencial es  eso que te hace salir de la rutina,  para hacer una llamada, enviar un correo electrónico, un mensaje de texto, hacer una vista, dar un abrazo, enviar una señal de amor y presencia a quien quieres por el simple placer de hacerlo.

Son momentos que nos hacen escuchar lo inaudible, expresar lo inexpresable, desde lo que somos; pero eso requiere quitarnos el condón emocional. Se dice fácil pero es complicado en esta sociedad del “pare de sentir” o del  “no hay  tiempo”, “estoy full”. 

Ese apagón de la vida, en el momento menos esperado, puede ser una  oportunidad  que nos advierte que debemos observar lo que al principio no se ve  en la oscuridad para descubrir, como en las penumbras, se empiezan a revelar  formas que nos dan señales  que,   poco a poco, encontraremos entre las sombras  la luz  y con ella la avería que generó el apagón.

La “avería” hay que reconocerla, asumirla  para  transformarla. Repararla es  un  trabajo nada  fácil, pero no  por ello imposible.

En esta cultura ligth. donde  todo se  quiere de forma rápida, instantánea, tomando atajos, la vida se  encarga de ponernos de parada. Nos pone  a vivir procesos que no podemos controlar desde afuera, que requieren mirar nuestro interior para atender esas heridas que posiblemente estén enconadas o infectadas y  que exigen ser atendidas limpiarlas con amor y compasión, un proceso  doloroso pero  necesario para que nuestras heridas puedan florecer. 

Seguimos creciendo juntos 


Leer mas en: http://www.revistadominical.com.ve/noticias/firmas/los-apagones-de-la-vida.aspx#ixzz3jrxgbUNz

No hay comentarios:

Publicar un comentario

VIOLENCIA. HAY QUE HABLAR CON LOS NIÑOS

  Óscar Misle Óscar Misle Los recientes enfrentamientos armados en la Cota 905 y comunidades aledañas y los operativos que se van realizan...