Por: Óscar Misle, @oscarmisle
Es una historia de la década de los 60, que cuenta como una familia de provincia, conservadora, ve partir a sus hijos por diversas razones. Uno se marcha porque quiere ser cantante, otra se va porque se enamora de alguien que sus padres rechazan, y está la más pequeña y rebelde, que decide estudiar una carrera no acorde con las expectativas de sus padres.
Esta historia de amor y dolor, de despedidas y duelo por separaciones, se hace presente 46 años después con la diferencia que los hijos deben irse de sus casas, salir del país, huyendo de la inseguridad y por la frustración e impotencia de no encontrar oportunidades y posibilidades para realizar sus sueños en las profesiones y oficios que les atraen.
En uno de mis viajes al exterior, antes de entrar a emigración, me conmovió presenciar una escena muy dolorosa. Un joven de 18 años, se despedía de un grupo de compañeros y amigos, que con llanto le decían adiós portando carteles que exhibían frases como “te amamos”, “te extrañaremos mucho”, “el país va a cambiar y volverás”…
Lo que no estaba escrito en las pancartas eran las lágrimas desconsoladas de su familia quienes lo abrazaron sin poder despegarse. Un dolor que nos puso a llorar a todos.
Esta escena se repite cada vez con más frecuencia. Es recurrente escuchar “la decisión de irnos no es porque no nos interesa o dejamos de querer a nuestro país, es por miedo por lo que nos pasó”. Salen a escena los robos, secuestros de los que fueron víctima o los homicidios de seres queridos…
No solo sacan a los hijos del país las persona que no están de acuerdo con la gestión del actual gobierno, también esa decisión la toman funcionarios públicos que temen que sus hijos sean agredidos o atacados por la intolerancia o la inseguridad que les toca vivir en el día a día, y que no logran evitar a pesar de contar con guardaespaldas y carros blindados.
¿Y quiénes se quedan?
Existe un sector que no cuentan con las condiciones para irse del país. Son esos adolescentes y jóvenes que, a pesar de las amenazas del entorno, desean estudiar en su país una carrera o prepararse en un oficio que le permita realizar su proyecto de vida. Son esos ciudadanos que se quedan asumiendo el riesgo de que sus sueños se trunquen porque una bala los sorprende en el lugar y momento menos esperados.
Son esas familias que trabajan y no renuncian a la posibilidad de tener un país más seguro y con una calidad de vida que satisfaga sus necesidades y expectativas. Somos todos y cada uno de nosotros que no renunciamos a nuestros sueños y exigimos un país que nos cobije y no que nos espante.
Seguimos creciendo juntos
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