Páginas

lunes, 30 de septiembre de 2013

TAMBIÉN FUIMOS ADOLESCENTES ¿LO RECUERDAS?

Nos cuesta entender las reacciones de nuestros adolescentes porque se nos olvida, o no queremos recordar las situaciones y los sentimientos que vivimos durante esa etapa de nuestra  vida, cuando no teníamos claro quiénes éramos ni para dónde íbamos.

Cuántas veces tuvimos que escuchar los sermones y la presión de nuestras familias para que actuáramos de la forma que ellos querían. Posiblemente nos sentíamos solos y no sabíamos, o no podíamos verbalizar esa ensalada de  emociones que afectaba la percepción de nosotros mismos y complicaba nuestra relación con los demás. Posiblemente la mascota era la que más cerca estaba de nosotros, porque no condicionaba su amor y nos  hacia sentir aceptados y acompañados.

Con cuánta frecuencia se arruinaba la relación con nuestras familias por esa pelea permanente para que mantuviéramos en orden nuestra habitación, o por la forma en que nos vestíamos o por los accesorios de moda que nos hacían lucir diferentes. Sin embargo, nos veíamos más motivados a complacerlos cuando nos sentíamos queridos y aceptados.

En cuántas ocasiones no nos defendimos cuando nos criticaban y resaltaban nuestros defectos. Sus críticas, aunque podían ser acertadas, no nos motivaban a cambiar; más bien incrementaban nuestro malestar y rebeldía.

Seguramente hubo palabras que nos hirieron porque vinieron de las personas que más amábamos. Cuando les planteábamos nuestros argumentos, a veces no nos sentíamos escuchados, rechazaban o descalificaban lo que expresábamos y nos salían con las frases como: “mira que yo te conozco”, “te lo dije”, “tu no cambias”, “yo lo sabía”, “es que tú eres así”.

Muchas de nuestras frustraciones, esa incapacidad para tomar decisiones, y la necesidad de depender de la aprobación de los demás, tienen mucho que ver con la forma en que nos educaron. Mientras más dependientes, mayor fue nuestra necesidad de rebelarnos para lograr la autonomía.

En cuántas circunstancias nos sentimos impotentes porque comentábamos que estábamos siendo víctimas de violencia escolar y nos mandaban a devolver el golpe a alguien que era o percibíamos como más fuerte porque era el “guapo y apoyado”, y guardábamos nuestra frustración en silencio para no sentirnos  juzgados.

Que difícil era cuando llegó el momento de los cambios en nuestro cuerpo, y veiamos en el espejo una imagen que no se correspondía con el ideal de belleza que teníamos en mente. No nos gustábamos y ese sentimiento se reforzaba con las bromas que hacían los familiares y amigos. Sobre el  tono de nuestra voz, el tamaño y forma de los senos y la contextura física…

Nos tocó difícil cuándo perdimos a un ser querido y no podíamos verbalizar y expresar nuestro dolor. Buscábamos como evadir todos esos sentimientos y nos catalogaban como indolentes, sin saber por lo que estábamos pasando.

Cuánta angustia sentimos cuando estábamos a punto de terminar el bachillerato y no sabíamos qué queríamos estudiar o nos gustaba una carrera u oficio que era mal vista por nuestra familia, y por la presión terminamos estudiando algo que no quríamos por complacerlos a ellos.

Recordar nuestra adolescencia, posiblemente nos inspire a comprender a nuestros adolescentes en este tránsito, sin mucha señalización, de la niñez a la adultez

Seguimos creciendo Juntos 


Leer mas en: http://www.revistadominical.com.ve/Noticias/Firmas/Tambien-fui-adolescente--lo-recuerdas-.aspx#ixzz2gNoY04Yp

No hay comentarios:

Publicar un comentario

VIOLENCIA. HAY QUE HABLAR CON LOS NIÑOS

  Óscar Misle Óscar Misle Los recientes enfrentamientos armados en la Cota 905 y comunidades aledañas y los operativos que se van realizan...