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lunes, 30 de septiembre de 2013

¡ESTÁ TAN REBELDE! ¿QUÉ HAGO?

Cuando nuestros adolescentes se ponen rebeldes, no se comportan como los niños dóciles de antes. Nos cuesta asimilar estos cambios en su forma de reaccionar. Nos toca el trabajo de reconocer que la rebeldía no es en sí misma una actitud negativa.

Para acompañarlos en este proceso es importante:

 Revisar si crecieron en un ambiente hostil donde la forma de resolver los conflictos fue a través de la violencia, agresión, gritos, insultos.

• Analizar nuestra forma de comunicarnos. Es importante revisar si en los momentos conflictivos les permitimos expresar sus sentimientos y emociones sin juzgarlos, escuchándolos e inclusive parafraseando, que no es otra cosa que devolverles con nuestras palabras lo que escuchamos para que se sientan escuchados y chequear  si interpretamos bien lo que nos quisieron transmitir.

• Comunicar ideas y sentimientos sin engancharnos. Muchas veces olvidamos que somos adultos y nos enganchamos emocionalmente en discusiones en las que tratamos a toda costa de tener la razón y utilizamos los gritos, ofensas, intimidaciones y manipulaciones.  Esto, que pudiera parecer una señal de autoridad, puede ser interpretado por los adolescentes como signo de debilidad, pues logran con su comportamiento intimidarnos y descontrolarnos.

• Destacar que no siempre lo que queremos es lo que nos conviene. Podemos compartirles algunas vivencias de nuestra adolescencia cuando movidos por nuestras pasiones, impulsos, ímpetu…. asumimos comportamientos que tuvieron consecuencias de las cuales nos arrepentimos por el daño generado en nosotros o los demás.

• Identificar cómo reaccionamos. Es importante revisar cuál es nuestra actitud. Puede ser que, dependiendo de nuestro estado de ánimo, en algunos casos reaccionemos violentamente  y en otros seamos más flexibles. Eso los confunde y los vuelve más hostiles.

Establecer acuerdos. Hay que acordar qué se puede negociar y qué no, especialmente aquellas situaciones que ponen en riesgo su integridad física e incluso la vida. En esos casos siempre es importante hacerles sentir que entendemos su rabia, descontento, malestar, pero, por el amor que les tenemos, es nuestro deber protegerlos.

• Manifestar nuestro deseo de apoyarlos. A veces es necesario salirnos de la trinchera y sacar la banderita blanca para ponernos de acuerdo sin desvalorizar sus sentimientos, puntos de vista, intereses, motivaciones. Como adultos es nuestro deber plantearles en qué aspectos podemos asumir sus propuestas y, con honestidad, aclarar en cuáles no y por qué.

Reconocer que son espejos. Nos muestran lo que negamos ver en nosotros mismos. Puede ser que nos comportemos como unos eternos adolescentes, permanentemente protestando por todo y reforzando que toda figura de autoridad es una amenaza; en algunos casos no solo quejándonos sino incluso siendo agresivos y descalificando.

Seguimos creciendo juntos


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