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lunes, 9 de agosto de 2021

CLASES PRESENCIALES, RETO EMOCIONAL


 Óscar Misle

Hace justo un año el gobierno  decretó la cuarentena,  una medida necesaria que hizo que  nos obligó a permanecer en nuestras casas. A medida que pasaron  los días, semanas, meses  la angustia por la incertidumbre se hizo presente en las familias.

Se suspendieron las actividades escolares. Sus emociones alteradas por una convivencia   signada  por la  ansiedad tornaron más caótica la situación. Comportamientos hostiles, llantos recurrentes, peleas entre hermanos, preguntas sin respuesta, rabietas por no poder recrearse encontrándose con sus amigos, hizo que en muchos casos se perdiera el autocontrol y la violencia comenzara a protagonizar.

¿Cuándo volverán las clases presenciales?

Nicolás Maduro ya ha realizado varios anuncios con promesas, en algunos casos, y con afirmaciones en otros, sobre posibles fechas del reinicio a las clases presenciales. La última fecha anunciada es el primero de abril.

Se activan  reacciones de  maestros, profesores, familias a favor o en contra de la decisión. Sus posturas se basan en argumentos válidos que exigen la no improvisación, ni promesas demagógicas.

¿Y la salud mental?

Fabiana Alcalá, estudiante del 4to año de bachillerato en la U.N.E.F.I. "Luisa Cáceres de Arismendi", Maturín expresa:

“Distanciamiento social, mascarillas, educación online, burbujas de convivencia, gel antibacterial, desinfección, confinamiento y protocolos de actuación; todas, medidas muy importantes para una "adecuación" de nuestra entorno para un regreso a clases relativamente seguro, para resguardar nuestra salud física. Pero ¿Qué hay de nuestra salud mental? Los estudiantes de todas las edades se enfrentan a la ansiedad surgida de pasar de estar durante muchos meses en una zona segura y de confort, en la que, en muchas ocasiones, han tenido ayuda diaria, a volver a las aulas, además en unas condiciones muy distintas a las que conocen, por lo que en primer lugar, el regreso a clases y la reintegración del estudiante como individuo en la sociedad debe ser algo progresivo y controlado.

Algunos habrán disfrutado del contacto con la familia y de una menor presión académica, mientras que otros habrán pasado por experiencias difíciles y potencialmente traumatizantes.

Para la mayoría, el mayor reto será ahora mantenerse motivados por aprender a pesar de la incertidumbre acerca de cómo la pandemia afectará tanto a sus estudios, ya sea de manera presencial o a distancia, como a su vida en general. Una de las tareas más importantes de los profesores será la de ayudar a todos estos estudiantes a regularse emocionalmente y a que se sientan capacitados para seguir adelante. Hay que escuchar y validar cada experiencia individual; un sentimiento o emoción nunca está equivocado, porque no podemos controlar cómo nos sentimos. Luego de casi un año de confinamiento tanto los estudiantes, como los profesores en su mayoría se habrán adaptado a estar distanciados de casi todo lo que antes disfrutaban, manteniéndose en sus hogares, eso implica que el regreso a clases, representará un proceso de adaptación incluso más difícil. Más allá de las medidas de prevención, el papel de los profesores en la recuperación educativa e incluso emocional de los alumnos es, por tanto, clave”.

El llamado de esta adolescente para prestar especial atención a la salud mental y  cómo  puede afectar la convivencia es un trabajo que debe hacerse desde ya en las familias y debe contemplarse entre las prioridades en el abordaje con los estudiantes en el inicio de las clases presenciales.

 ¿Qué llevarán  en sus morrales? 

Seguramente, independientemente del sector donde se viva han sido muchas las vivencias y emociones vividas. Situaciones en las que seguramente hubo duelos separaciones, conflictos que están guardados en su morral emocional.  

 

 

 

Las emociones si no se identifican, reconocen, pueden hacer una mala jugada. Al no controlarlas se puede  reaccionar de forma impulsiva, violenta y agredir a los demás. En este posible retorno a clases presenciales es  conveniente tener  espacios de comunicación  que posibiliten desahogar   y  hacer catarsis; pero identificando  quién está en condición emocional de escuchar y contener.

Después de un año de aislamiento pueden surgir dudas: “¿qué pasará cuando me encuentre de nuevo con mis compañeros?, ¿cómo será la maestra personalmente?, ¿estaré con mis amigos o me asignaran un grupo sin ellos?, ¿me irán a hacer bullying de nuevo? ¿Y si me enfermo?”  Son solo algunas interrogantes que pueden desatar emociones.          

Comunicación empática. En estos momentos es clave, tanto la comunicación verbal como la corporal. Se requiere  transmitir confianza,  disposición a escuchar, sin juzgar ni comparar, para  ayudarlos a identificar sus emociones y ponerle nombre. “Me siento triste”, “tengo  rabia”, “siento miedo”. Es importante que sepan que es válido sentirse mal en momentos como estos, que expresar los sentimientos ayuda a sentirnos más calmados.

Nuestros niños suelen estar  más informados de lo que nos imaginamos. Cuando nos preguntan algo podemos repreguntar. Por ejemplo: “Mamá ¿corremos peligro al ir a la escuela?” Le repreguntamos: “¿Qué piensas o sientes tú?” Posiblemente nos sorprenda su respuesta y podremos explicarles de forma clara y sencilla nuestros argumentos. Recordemos que desde los primeros años se debe comenzar la educación emocional y  ciudadana, preguntar,  ser escuchados, participar, sentirse  protegidos son derechos a los que no debemos renunciar.

Rescatar lo que descubrimos en la adversidad. En el reinicio a las clases presenciales es necesario crear espacios y oportunidades parar rescatar los aprendido durante este año, el esfuerzo realizado, lo que aprendimos y valoramos de nuestras familias y maestras. Ciertamente esta situación nos mostró la importancia  de las tecnologías, permitió vincularnos virtualmente, darle continuidad a nuestra educación. A través de las pantallas pudimos  vernos, escuchamos y compartir lo que sentimos y pensamos. Pero teniendo claro que éstas no sustituyen el encuentro cara a cara.    

Hasta la próxima resonancia 

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