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viernes, 23 de octubre de 2020

LOS BUENOS Y LOS MALOS. FORMAR PARA LA DIVERSIDAD

 

Óscar Misle

La diversidad es la expresión de las diferencias. No se reduce solo  a lo racial y sexual; es una realidad inherente al desarrollo humano que debe traducirse al reconocimiento del derecho de los otros a ser distintos.

Con el bullying en los centros educativos se evidencia la  intolerancia a la  que son  sometidos los diferentes o “raros” por su condición o apariencia física, intelectual, preferencia o  comportamiento sexual, religión… condiciones que  convierten a los rechazados en blanco de  burlas, exclusiones, humillaciones…    

La forma de  manifestar  su  irrespeto a la diversidad   se expresa con  agresiones físicas, psicológicas, emocionales, gestos… son  comunes las agresiones o rechazos por diferencia de  género y por las representaciones sociales que se tiene  de los comportamientos masculinos o femeninos,  creencias que  perpetúan el uso del  poder físico o emocional  para humillar, agredir, descalificar, a los del sexo opuesto o del mismo sexo. 

Agruparse para excluir

Es propio  en los adolescentes constituir   pequeños grupos que manejan códigos comunes en su   forma de pensar, sentir  vestirse, preferencias musicales, intereses, estatus social… 

En un mismo salón  pueden coexistir  varios grupos. El problema es cuando  la convivencia se ve afectada cuando estas diferencias  se traducen en ofensas, agresiones físicas… o  se autoexcluyen y no participan, se sabotean al resto del salón. 

En la cuarentena hemos sabido de  situaciones en la que se acosa a los estudiantes a través de las plataformas, por ejemplo zoom. Se infiltran en las clases virtuales porque obtuvieron  la clave de ingreso por uno de los estudiantes  y comienzan a acosar a uno de los estudiantes, realizando insultos, expresiones difamatorias, burlas, ofensas…      

¿Lo normal es ser diferentes?

La pregunta queda más para una campaña de sensibilización porque en la práctica del quehacer educativo ser diferentes es motivo para agredir o ser agredido.

En un taller de resolución de conflictos con docentes, surgió el tema de la intolerancia a las diferencias. Se plantearon las diversas formas de rechazar o excluir a los compañeros:

Las diferencias sociales generan muchos de los conflictos. “Los niños que se burlan de la apariencia personal-física de los otros; se burlan y ofenden a familiares, en especial a las madres”.

Los buenos y los malos. “Hay un poco de todo en diversos ámbitos, el escolar, el hogar y el país. Un muchacho que ha sido sometido a un lenguaje de violencia, con una visión dicotómica o binaria donde solo hay buenos o malos. Los buenos son los que compartes mis  creencias o ideologías, los malos o equivocados los que piensan o sienten diferente”.

Déficit de empatía. “Hay un déficit muy grande de empatía con poca capacidad para convivir. Un país como el nuestro, de altos contrastes e inequidades, constituye el abono propicio para la confrontación. Ataque-defensa se convierte en la estrategia de una sociedad que se convierte en una caimanera.”

Un país de “buenos y malos” favorece los reduccionismos, “simplismos; aferrándose  a banderas y consignas; más que del análisis y evaluación de las actuaciones de las personas y funcionarios que se desempeñan en uno y otro lado; sucede que podemos avalar una práctica inconveniente siempre que la realice una de las personas o instituciones del polo en el que estoy ubicado, incluso somos capaces de justificar la agresión en nombre de la paz.”

¿Qué dice nuestra legislación?

La Constitución en su artículo 102 establece que la educación es un servicio público y está fundamentada en el respeto a todas las corrientes del pensamiento, con la finalidad de desarrollar el potencial creativo de cada ser humano y el pleno ejercicio de su personalidad en una sociedad democrática.

Artículo 19 El Estado garantizará a toda persona, conforme al principio de progresividad y sin discriminación alguna, el goce y ejercicio irrenunciable, indivisible e interdependiente de los derechos humanos.

La no discriminación  es un principio reconocido en los pactos y tratados internacionales en materia de Derechos Humanos y en la legislación venezolana. Al respecto, el Artículo 21 de la Constitución establece:

“Todas las personas son iguales ante la ley; en consecuencia, no se permitirán discriminaciones fundadas en la raza, el sexo, el credo, la condición social o aquellas que, en general, tengan por objeto o por resultado anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio en condiciones de igualdad, de los derechos y libertades de toda persona”.

Si está tan claro el mandato de nuestra legislación ¿por qué tanta resistencia para darle vida en la práctica?

La discriminación por la condición  de los estudiantes sigue siendo una realidad en los centros educativos. Pudiera dar la impresión que es un término fuerte o desproporcionado. Según el diccionario discriminar es el  trato diferente y perjudicial que se da a una persona por motivos de raza, sexo, ideas políticas, religión, etc. Habría que agregar  por su orientación sexual, situación económica, lugar de nacimiento.

La exclusión siempre genera violencia. Como educadores y familias  nos toca  identificar cuáles son las razones o las causas por las que se están dando determinados comportamientos excluyentes y segregatorios para poner en práctica estrategias pedagógicas que le den vida al respeto no solo con el discurso sino con nuestro  testimonio.   

Hasta la próxima resonancia

 

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