No son pocas las reacciones de las familias que emigran y tienen que dejar a sus hijos con los abuelos, tíos, hermanos mayores.
Se van movidos por la desesperación de no poder garantizar lo mínimo para la subsistencia, algo tan básico como comida, salud, escolaridad, recreación, protección de la violencia. Muchos inclusive han sido víctimas de la violencia y deben convivir con el trauma de sentir que la pesadilla se vuelva a repetir.
En su maleta llevan la culpa y el dolor de tener que dejar a sus hijos, Pero también está la esperanza de encontrar en otras tierras lo que su país de origen les arrebató o niega.
¿Qué sienten los niños?
“Niñez dejada atrás” es un micro site desarrollado por La Vida de Nos en alianza con Cecodap. Nos muestra el duelo, usualmente difícil de comprender por los adultos, que soportan los niños en estos procesos.
Gracias a la coordinación editorial de Héctor Torres y Albor Rodríguez y a los textos y acompañamiento a los niños de Martha Viaña, Linsabel Noguera, Johanna Osorio y Carmen Victoria Inojosa se gestó este espacio que nos muestra los conmovedores testimonios de Adriana, Mariana, Manuel Alejandro y Carla.
Cuatro niños que debieron enfrentar la separación de alguno de sus seres queridos, en medio del proceso migratorio que ha debido enfrentar una importante cantidad de familias venezolanas.
—Se fueron por cómo está el país. Bueno, mi tía se fue por la situación. Mi tío se fue con el mismo trabajo pero en Chile. Mi papá no sé por qué se fue (Adriano, 8 años)
Adriano tiene dos años que no ve a su padre. Su tío, quien se convirtió para él en su figura paterna, también emigró, al igual que su tía. Mientras tanto, juega en la categoría sub-10 de fútbol y sueña con el día en que participará en un mundial con la Vinotinto.
Las despedidas generan un duelo. Los niños son los que menos recursos tienen para enfrentarlas. Usualmente se enteran tarde y deben asimilarlo cuando están en proceso.
En la larga lista de preparativos previos al cambio de residencia, informarles, prepararlos, suele ser de esas tareas que se hacen tarde y sin asesoría.
—Cuando Juan no está me gusta jugar solita. Pienso en mi hermanito… Cuando el sol brilla más, yo siento que está mi hermanito. (Carla, 4 años)
Juan se fue de vacaciones con su mamá. Mariana, su hermanita por parte de papá, lo esperaba de regreso en unas semanas. Pero no fue así. Sin que hubiera una despedida, ese vínculo quedó convertido en vacío y nostalgia.
“No, no tengo nada que me recuerde a ella”, Manuel Alejandro (5 años)
Tenía poco más de 2 años cuando su mamá emigró a España. Sus dos hijos mayores se quedaron con la abuela, y Manuel, el más pequeño, se quedó con su papá. En casa, y en su memoria, es poco lo que queda de ella.
Los adultos buscan resolver las necesidades de los niños. Las necesidades materiales, porque de todo cuanto va quedando con las despedidas y las rupturas de su mundo cotidiano, nadie parece detenerse a pensar. Pero cuando la vida es tan joven siempre se llena de esperanzas. Esperar es una forma de creer.
“Un día mi amiguita dijo que su papá se fue a Perú y mi papá se fue a Ecuador. Entonces mi amiga lloró y yo también. Porque ella extraña a su papá y yo extraño a mi papá. Me gusta este dibujo porque yo extraño a mi papá y él me extraña a mí. Lo pinté sin salirme de la línea” (Carla, 7 años)
Su papá se fue a Ecuador con la promesa de que, en poco tiempo, la llevará consigo. Hija de padres divorciados, Carla cuenta los meses para que eso ocurra.
Niñez dejada atrás lo puede leer en http://www.lavidadenos.com/ninezdejadaatras/
Hasta la próxima resonancia
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