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lunes, 9 de abril de 2018

LOS ADOLESCENTES Y LOS DUELOS



Oscar Misle
@oscarmisle

Las personas que se van son como la brisa.
No las podemos ver, tocar, oler, escuchar;
 pero ¡como las sentimos!

Los duelos surgen cuando se producen pérdidas humanas o materiales. Bien sea por muerte de familiares o mascotas, desastres naturales; o por separaciones,  viajes, mudanzas, cambio de centro educativo; o por la transición de dejar de ser niño para convertirse en un adulto…
Con los duelos, los adolescentes pueden presentar  comportamientos diversos que nos  desconciertan. De pronto se tornan hostiles, herméticos o indiferentes; también pueden mostrarse tristes, apáticos o desmotivados; y cuando les preguntamos qué pasa, contestan: “nada”. No saben o no  desean expresar verbalmente sus sentimientos.

¿Qué podemos hacer?

Comprender que, en los primeros momentos,  pueden evadir o negar la situación. La evasión puede ser la forma que consiguen los adolescentes para no contactar el dolor. Pueden mostrarse indiferentes o ensimismarse, evitando contactos con las personas que les puedan recordar la separación;  pueden inclusive encerrarse en su habitación, dormir más de lo común, utilizar internet o cualquier recurso  para desconectarse de la realidad.

Esa negación no la podemos calificar como desamor, indolencia, indiferencia… muy por el contrario, es aquí cuando más necesitan que estemos cerca, haciéndoles sentir con abrazos y otras expresiones de cariño que los queremos y entendemos no están preparados para hablar sobre lo que está pasando. Es importante manifestarles que cuando lo deseen estaremos dispuestos a escucharlos y a compartir con ellos su dolor. El dolor, cuando se comparte, se convierte en fortaleza.

Entender que la rabia es parte del duelo. Nos cuesta aceptar que por causa de una pérdida nuestros hijos se tornen agresivos u hostiles. Sin embargo, esas reacciones son la forma de expresar su rechazo por la pérdida. Es importante hacerles saber que entendemos que sientan rabia y que esa emoción les sirve para expresar su rebeldía frente al dolor de saber y sentir que no podrán recuperar a la persona  o pertenencia perdida.

Hacer ver que lo que sucedió no es su culpa. Los adolescentes pueden sentirse culpables porque creen que su comportamiento pudo incidir en la enfermedad del ser querido,  en la separación de sus padres o en el conflicto en el que hubo rupturas. Se les debe expresar que no fueron ellos los responsables y que si hubo una discusión y se molestaron, su intención no fue generar un daño que pudiera ocasionar ese desenlace, porque el amor está por encima de circunstancias particulares o puntuales.

Expresar que aunque duele lo sucedido, en algunas ocasiones, es un alivio lo que pasó. Cuando mueren familiares con enfermedades crónicas, terminales, con profundos padecimientos físicos y psicológicos, ayuda entender que la muerte los liberó de ese sufrimiento y esto puede ser percibido por el adolescente como un alivio frente al dolor que le embarga. Lo mismo sucede cuando las relaciones de sus padres han sido muy conflictivas, violentas, difíciles, y la separación puede  ser “un mal” necesario.

Aceptar su dolor. Para superar los duelos, hay que vivirlos. Por amor, tenemos la tendencia de querer distraer a nuestros muchachos para “evitarles” o mitigar  el dolor que genera la pérdida. A veces les hacemos regalos y no les permitimos procesar su duelo, llorar y expresar su rabia, evasión, culpa. En  ocasiones, este es  un mecanismo de autoprotección: No  hablamos  del tema  para no  contactar nuestras propias emociones. Es válido y necesario  llorar juntos, para que los adolescentes sientan que no están solos, que también nosotros estamos pasando momentos difíciles y que necesitamos sentirnos acompañados para superarlos.

¿Cómo nos podemos sentir?
Cada persona tiene una forma muy particular de vivir el duelo, aunque la pérdida esté vinculada afectivamente con el grupo familiar o personas con quienes  conviven (como puede ser un salón de clases). Cada quien transitará su dolor de forma diferente. Muchas veces nos angustia no poder mitigar o quitar el dolor y podemos caer en la tentación de evadir el tema. Esa  represión puede generar  hostilidad  en el grupo. Si sentimos que el duelo nos arropa de tal forma que pasamos de la tristeza a una depresión o nos sentimos incapaces de apoyar  o acompañar a nuestros adolescentes, es conveniente  solicitar ayuda.

¿Qué hacemos  si no  funciona?
Si notamos que nuestros hijos no logran superar alguno de los momentos y se mantiene permanentemente la  hostilidad, no quieren salir, pierden el apetito, se enferman, utilizan sustancias adictivas (alcohol, fármacos, drogas…), es importante buscar apoyo con personal especializado (psicólogos, psiquiatras, orientadores, psicoterapeutas).

Hasta la próxima resonancia


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