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lunes, 9 de abril de 2018

EL UNIFORME ESCOLAR EN EL BANQUILLO


Oscar Misle
@oscarmisle


En el libro  “Cuando  las aulas dejen de ser jaulas” de Fernando Pereira y este servidor,  publicado por CECODAP,  relatamos una actividad con docentes sobre resolución de conflictos en la que se colocó el uniforme escolar en el banquillo. Se recogieron varios puntos de vista sobre el ¿para qué? del  uniforme escolar

Razones a favor:
Evita diferencias por condición social.  Es conveniente que todos tengan un uniforme. Que todos los centros educativos, públicos y privados lo exijan porque  evita que se hagan visibles diferencias sociales
Si todos usan uniforme, no se identifica  quién viste la ropa más cara o bonita. No hay presión por sobresalir con la vestimenta, ni la oportunidad de hacer competencias con las prendas de  vestir de marca.
Estas comparaciones competitivas frecuentemente están asociadas con el bullying, sobre todo entre niñas cuando se acercan a la   adolescencia.
En un ambiente donde todos llevan su propia ropa, se exponen a las críticas y a veces las burlas de los “líderes” de la moda quienes usan la ropa para controlar a los demás, discriminando a las personas que se visten diferente.
Las familias con mayor poder económico pueden darse el lujo de llenar el closet de sus hijos con ropa de última moda, mientras quienes vienen de familias menos acomodadas tienen que conformarse con menos opciones.

Da sentido de  pertenencia pero debe haber coherencia Es positivo porque  da sentido de pertenencia. Debe evitarse la exigencia de  detalles inútiles. Se le exige a las niñas usar zarcillos pequeños pero las maestras los usan hasta a los hombros. Se le enseña que las normas son para todos por igual.
La  formalidad o el exceso de rigidez en el uso del uniforme puede coadyuvar a la generación de un clima de hostilidad. Es un tema que genera pasiones en cualquier encuentro donde estén dos o más educadores reunidos.

Identifica a los estudiantes con su escuela. Cada escuela tiene sus particularidades con el uniforme, al ver a un niño uniformado se puede saber a qué escuela asiste.
Es muy útil cuando salen a las excursiones o paseos escolares. Se pueden identificar desde lejos, y ayuda que no se extravíen en lugares públicos.
El uso del uniforme enseña a los estudiantes el “amor a la franela” y la responsabilidad que exige llevarla. Cuando portan el uniforme deben saber que todo el mundo juzgará su escuela al observar su comportamiento.

Razones en contra:
Mucha preocupación en la indumentaria y poca  en el sujeto. El uniforme es un tema de segundo orden. Habría que plantearse en principio ¿qué escuela tenemos? y ¿qué escuela queremos? La escuela venezolana  suele ser muy rígida en sus normas.
La disciplina es concebida como una forma de ejercicio del poder en una escuela que no forma para la libertad sino para la homogeneidad. Hay mucho desgaste en la indumentaria y no en el sujeto.
A los uniformes se les ha dado una sobredimensión. Lo importante es el fondo y no la forma. Hay quienes creen que la forma es lo que te da garantía, cuando los ves homogéneos.

Exigencias arbitrarias e injustas. En muchos casos, con el reclamo del uniforme se cometen injusticias. Hay estudiantes que solo tienen  un par de pantalones. Si el color no es lo más parecido al del colegio no lo dejan entrar a clases.

Una meta educativa es enseñar a los niños a aceptar  y celebrar la diversidad. Deben aprender a respetar a todos sin tomar en cuenta su forma de vestir. Sobre todo en comunidades culturalmente diversas, sería un privilegio que los niños se vistieran de acuerdo a sus orígenes étnicos.
Aunque los medios han fomentado la “uniformidad” de los gustos juveniles a través de la llamada “ropa de marca”, la globalización de la educación debe abrir la puerta a la diversidad de vestimenta.
Si cada estudiante tiene necesidades, intereses, gustos particulares es contradictorio uniformarlos obligándolos  que se vistan todos iguales aunque esta imposición  les genere desagradado.
¿Veredicto final? Sea Ud. el Juez.

Hasta la próxima resonancia

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