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viernes, 15 de diciembre de 2017

SOBREVIVÍ EL ACOSO


Óscar Misle
@oscarmisle

Carta de un estudiante

Hola me llamo José Rafael, desde el maternal escuché que la escuela es tu segunda casa. Ciertamente es así porque son muchas las horas que pasamos en ella.
Hoy tengo 16 años, el año que viene debo abandonar el liceo. Son muchos los sentimientos encontrados. Me cuesta expresar que en un momento fui víctima de acoso escolar por mi condición. Me tocó sufrir en silencio lo que me no me atreví a confesar por vergüenza, miedo, culpa…

No conté con el apoyo de mi familia. Por mucho  tiempo guardé silencio para no defraudar a mis padres. Me daba mucha vergüenza no saber defenderme.

No era un simple e inofensivo chalequeo
Al principio pensé que era solo chalequeo; pero  comencé a buscar información y me di  cuenta  que era bullying o acoso escolar, Las bromas no eran tales, eran burlas humillantes. No eran ocasionales. Para que sea bullying las agresiones, verbales, físicas, excluyentes deben ser  reiteradas, siempre  delante de unos testigos que se ríen y le dan poder al acosador.   Los espectadores guardaban silencio.  El objetivo: molestar, humillar, excluir y hacer sufrir.

Exploté y me vengué
Un día todas mis emociones, rabia, dolor, frustración, miedo explotaron. Golpeé a ese “compañero” que se burlaba de mí. De víctima pasé a victimario. Ahora que escribo esta carta me hago muchas preguntas: ¿Por qué el acoso es percibido en muchos centros como cosas de muchachos y no se actúa oportunamente? ¿La forma de evitar la impunidad es tomando la justicia por nuestras propias manos? ¿Es la escuela un espacio para ser feliz o debemos soportar las injusticias por omisión, complicidad? ¿Si la escuela es nuestra segunda casa porque cuesta tanto la comunicación entre las familias, docentes, directivos y el resto de la comunidad educativa? ¿Para qué sirve tener leyes si no aplican?

Al final del túnel
Paradójicamente muchas de estas preguntas comenzaron a tener respuesta. Recibí apoyo de la orientadora. Mi familia se acercó al liceo y se implementaron medidas para mejorar la convivencia.  Se crearon espacios para que los estudiantes pudiéramos participar y opinar sobre las situaciones que vivíamos y hacer propuestas para cambiar nuestra realidad personal y social.
Les confieso que comencé a entender lo que se siente ser visible,  experimentar la autonomía cuando fuimos consultados no solo en los momentos en que las cosas van bien sino también cuando cometemos errores y opinamos sobre cuáles deberían ser las consecuencias de nuestros actos.

La osada  profesora Hilda
Siempre la recordaremos. En sus horas de clases no  solo pasaba la materia. Nos motivaba a  pensar, reflexionar. Logró que el aburrimiento no fuese la excusa para agredir a otros.
En estos años he entendido el daño que hace el abuso de poder. El más fuerte humilla al más pequeño; en el que “los viejos” le pasan factura a los nuevos estudiantes y deben vivir su noviciado aceptando imposiciones y abusos que nos impulsan  a responder con violencia empeorándose la situación.

El ingenioso profe Ricardo
No quiero finalizar estas letras sin dejar de mencionar al profe Ricardo quien utilizaba películas, cuentos, fábulas, testimonios en los que se hacía evidente la intolerancia a la diversidad por condición política, racial, religiosa, sexual o de procedencia y lograba en los foros que las respuestas salieran de nuestras propias bocas.
Las cosas cambiaron en nuestro plantel cuando nos dimos cuenta que los factores que generaban violencia y acoso no solo tienen que ver con lo que vivimos en nuestras familias, en el país sino también con lo que pasa en el centro educativo.

Hasta la próxima resonancia


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