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jueves, 7 de septiembre de 2017

MÁS CALIDEZ, MENOS AGRESIÓN

 


Por: Óscar Misle, @oscarmisle


Hace algunos días llegó a mis manos un video de Alex Rovira, escritor y conferencista español,  en el que aborda el tema de las caricias y su importancia en la crianza y educación. Aclara que no solamente  son las físicas (besos, abrazos…)  sino  también las verbales, esas que posibilitan reconocer, estimular, escuchar, elogiar…

Una crianza con calidez, tal  y como lo plantea el enfoque de disciplina positiva,  parte de estas premisas en las que se le da vida a las palabras empatía, compasión, comprensión, aceptación, reconocimiento  

Rovira utiliza una imagen interesante. ¿Qué pasaría en un desierto con una sed que ahoga producida por el calor agobiante si de pronto divisamos un charco con agua sucia, mal oliente?… Sin duda  cualquiera de nosotros  se lanzaría a beber de sus aguas contaminadas.

Cuantas veces la soledad y el deseo de ser amados hacen que  caigamos  en relaciones tóxicas con el deseo y fantasía de  que calmarán  nuestra sed de amar y sentirnos amados.
Detrás de  muchos de los  comportamientos hostiles de nuestros hijos y estudiantes está  la necesidad de sentirse atendidos,  vinculados, visibles. Prefieren las  agresiones  a sentirse  ignorados. Cómo diría esa vieja canción “odio quiero más  que indiferencia porque el rencor hiere menos  que el olvido”.

No  con poca frecuencia encontramos  parejas que no saben vincularse sino desde la hostilidad. Si no pelean no se  comunican. La situación se hace más dramática cuando viven el síndrome del nido vacío. Les  toca  quedarse solos. No están los hijos presentes y no saben  qué hacer con ese espacio de intimidad que los intimida por la poca capacidad de dar  y recibir caricias; no solo físicas, también las afectivas y emocionales.

El amor si no se abona se seca, se marchita. Requiere tiempo y espacio para la comunicación y el encuentro. No hay peor soledad  que la  que se siente en compañía.  En uno de mis más recientes libros “Heridas que muerden heridas que florecen” hago referencia a situaciones  sobre la convivencia    con personas que han  sufrido  profundas heridas emocionales que no han sanado. 

Están tan presentes y abiertas que muerden. Una herida emocional para que deje de morder y florecer requiere ser reconocida. Identificar los sentimientos y emociones que hacen  que duela. Es como cuando alguien va a la playa y se insola y le aterra que alguien lo abrace porque le duela que lo toquen. Eso también pasa  en lo emocional. Las experiencias pasadas, especialmente en las que hubo agresiones de diferente índole, físicas, emocionales, quedan infectadas y dificultan la relación con los demás.

El poder de las caricias

Sentirse queridos. Don Bosco decía  que no basta con querer a los muchachos, tienen  que sentirlo. Es cierto. Nos podemos esforzar para  que a nuestros hijos no les falte nada  material, pero si no se sienten amados buscarán la atención a través de comportamientos inadecuados, en las adicciones por ejemplo

Dar y recibir amor. Amar es un arte. Requiere formarnos para reconocer y regular nuestras emociones. Si no somos capaces de reconocerlas y aceptarlas podemos reprimirlas y nos harán  una mala jugada. Conocer nuestro mundo emocional requiere que acariciemos lo que somos, sentimos y cómo  nos vinculamos con otros. ¿Si no nos amamos a nosotros  cómo podemos amar a los demás?  

Sentir si es cosa de hombres. Si los niños varones aprenden desde los primeros años a reconocer y expresar sus emociones seguramente crecerán menos violentos. En los índices de violencia por homicidios más de 80% de los casos son varones las víctimas y victimarios.

Nos hace autónomos emocionalmente. Está demostrado que las personas que no se sintieron amadas y fueron víctimas de agresión, abandono, exclusión… son las más vulnerables a caer en fanatismos religiosos o políticos. Su vacío existencial las puede convertir en seres dependientes, manipulables,  sumisas a quien ostenta poder, leales, ciegas con tal de sentirse parte de una ideología  que les permite sentirse incluidas aunque en la práctica no se traduzca en hechos concretos.


Seguimos resonando

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