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martes, 18 de julio de 2017

INMIGRACIÓN. ABRAZOS QUE DUELEN


Óscar Misle
@oscarmisle
 Se ha hecho frecuente en la puerta de emigración escenas desgarradoras. Me tocó ver un joven de 18 años despedirse  de su grupo familiar y amigos. Con llanto le decían adiós, con carteles que decían: “te amamos”, “te extrañaremos mucho”, “el país va a cambiar y volverás”…

Lo que no estaba escrito eran las lágrimas desconsoladas de su familia, de quienes lo abrazaron sin poder despegarse. Un dolor contagiante que nos puso a llorar a todos.

Es recurrente escuchar: “la decisión de irnos no es porque no nos interesa o dejamos de querer a nuestro país, es porque queremos tener otras posibilidades. Tenemos miedo por lo que nos pasó”. Salen a escena los robos, secuestros, homicidios de seres queridos o cercanos.

Un nuevo motivo  que impulsa la salida es la amenaza  que implica la impuesta constituyente por todo lo que lo  trae consigo. Un pretexto para concentrar poder, amasando la  constitución al antojo de un pequeño grupo radical, resentido por la pérdida de  popularidad y dispuesto a todo para perpetuarse en el poder.

Quienes se van deben preparar su equipaje con dolor, rabia y frustración al sentir que no les quedó otra que abandonar el país para buscar mayor seguridad en todos los sentidos.

Lo irónico  es que un buen número de los militantes del gobierno, que se postulan como constituyentes tienen sus hijos o familiares fuera del país. Los sacaron para protegerlos de la inseguridad  y garantizar el bienestar que no tendrán en Venezuela.

El hecho es que  el colorido suelo de Cruz Diez se convirtió en una alfombra gris para muchos venezolanos que se han ido en busca de una nueva vida, en su equipaje llevan  ilusiones pero también hay un corazón herido por lo que dejan en su país.

En mi libro “Heridas que muerden heridas que florecen” de Editorial Planeta  cuento lo que vivió Denia Vega: “El aeropuerto estaba lleno. Las personas iban y venían, con júbilo. Yo sin embargo estaba triste, miraba a mí alrededor, estaba mi viejita, mi hija, mi nieto, mi hermana y sobrinos y un gran amor.

Aquel bonito cuadro, en breve quedaría atrás y yo emprendería un nuevo camino,
con toda mi soledad en el alma... Por fin, anunciaron el vuelo. La despedida, con lágrimas en los ojos y sin saber cuándo nos volveríamos a ver.
Pasé a abordar el avión. Ya en él, surgió la voz de la azafata, dando las instrucciones de vuelo. Me abroché el cinturón y el avión comenzó a deslizarse por la pista y fue allí, cuando empecé a sentir que mi corazón cada vez se apretaba más y más, hasta el instante en que despegó su vuelo. Yo sentí en lo más profundo de mi ser, que mi corazón se desprendía del pecho y también quedaba atrás; junto a mi familia…”

Imaginé en su relato a mi prima y a todos los seres queridos  que nos ha tocado  despedir. El calor y el dolor del abrazo de despedida nos tienen  que dar la fortaleza para seguir en las calles, haciendo lo que nos toca para evitar que el país sea secuestrado por quienes quieren seguir violando la constitución. Soy optimista, el poder del soberano se hace sentir cada vez de forma más decidida para que la justicia venza la oscuridad y vislumbremos un nuevo horizonte.

El colorido suelo del aeropuerto honrará de nuevo a Cruz Diez, con abrazos de bienvenida para quienes  volverán el reencuentro con su amores y sueños



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