Por: Óscar Misle, @oscarmisle
“Mi viejo” una canción que se convirtió en un ícono por honrar a los adultos mayores, fue interpretada por Piero (Piero David Franco De Benedictis), en la que le declara su amor a su padre y dice: “Es un buen tipo mi viejo, anda solo y esperando, tiene la tristeza larga de tanto venir andando. Yo lo miro desde lejos pero somos tan distintos es que creció con el siglo con tranvía y vino tinto. Viejo ya caminas lerdo como perdonado el viento, yo son tu sangre mi viejo, soy tu silencio y tu tiempo. Yo tengo unos años nuevos y el hombre los años viejos; el dolor lo lleva adentro y tiene historia sin tiempo”.
La soledad es una de las condiciones, pero sobre todo la sentimental, que mayormente arropa a nuestros abuelos. Esa soledad desolada. La viven como es un dolor sordo y silencioso que muchas veces les cuesta poner en palabras y solo con la hostilidad y las quejas logran expresar sus necesidades, vacíos, frustraciones.
Cuando me ha tocado visitar una casa hogar para adultos mayores, pública o privada, en la que supuestamente se ofrece atención integral, los servicios se focalizan en alimentación, suministros de medicamentos, cuidado par que nos tengan algún accidente o no le salgan escaras.
En muchas, la terapia ocupacional, abordaje socioemocional, actividades recreativas no existen. La peor de las ausencias es la de los familiares o seres cercanos. Los días de visita muchos se quedan arregladitos esperando al hijo, sobrinos o hermano que lo embarcó porque se le presentó un compromiso de última hora.
La situación se complica cuando se enferman. El alto costo de tratamientos, falta de medicamentos, dietas especiales afectan emocionalmente el entorno familiar. Hay quienes optan por la huida y deciden tomar distancia, utilizando cualquier tipo de pretexto.
En el caso de los más afortunados, los que pueden mantenerse en sus casas o en las de algún familiar, su atención suele convertirse en un drama. Especialmente cuando disminuyen su capacidades y hay que recurrir al apoyo de cuidadoras, enfermeras con honorarios que pocos bolsillos soportan.
A pesar de esta realidad el adulto mayor es mucho lo que nos puede mostrar y enseñar con su experiencia de vida. Logró alcanzar esa edad pasando seguramente por muchas primaveras, veranos, otoños e inviernos emocionales. Su historia ellos la conocen y sería bonito que nos la pudieran contar con esa versión que queda con los años. No importa si real o imaginaria. Es su historia y es parte de su legado. Detrás de cada anécdota más que situaciones, hay sentimientos que pueden ser una oportunidad para conexión, resonancias con ellos y que de esta forma puedan sentir que lo vivido valió la pena.
Cuando los veamos entrar en el metro o transporte público necesitan nuestro asiento, cuando van a cruzar la calle requieren de nuestro brazo, cuando van de compras o a solicitar un servicio deben ser tratados preferencialmente. Todos vamos para allá, aunque nos cueste aceptarlo.
No es mucho el tiempo que les queda para acompañarnos por su edad. Su vulnerabilidad puede cambiar su vida de un momento a otro, por eso y mucho más, es necesario hacerle sentir nuestro amor y agradecimiento. Hoy están mañana no sabemos.
Recordemos a Piero “Yo tengo unos años nuevos y el hombre los años viejos; el dolor lo lleva adentro y tiene historia sin tiempo”
Seguimos creciendo juntos
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