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jueves, 10 de diciembre de 2020

COMUNIDAD EDUCATIVA. ¿CHOQUE DE TRENES?

 


Óscar Misle


 El trabajo coordinado  entre  las familias y los centros educativos, que no se reduzca a lo meramente administrativo y burocrático, requiere establecer puentes, de doble vía, con una señalización clara  que evite los choques  de trenes que tanto afectan la convivencia en los centros educativos.

En estos momentos de cuarentena y de clases a distancia, la situación se ha tornado más compleja y desafiante. La lucha de poder, intereses,  necesidades  y prioridades diversas  dificulta el trabajo en equipo y colaborativo y las tensiones familia-escuela se hacen más intensas y frecuentes. Se dificulta la  comunicación y la  toma de decisiones al no contar con canales y estrategias que posibiliten la mediación entre las partes en conflicto.

El factor económico afecta transversalmente a las partes. En los colegios privados la situación se complejiza, las familias sienten que su inversión debe reflejarse en una respuesta pedagógica que no los recargue de  tareas para las cuales no están preparados; además no cuentan con la estabilidad emocional para lidiar  con sus hijos, las resistencias a este tipo de educación que sustituye lo presencial y afectivo.

Los maestros, quienes también tienen familia, con unos ingresos que no cubren, en los requerimientos mínimos para la sobrevivencia,  se sienten afectados emocionalmente al no tener canales de comunicación y negociación para satisfacer sus urgencias y el malestar se traduce en frustración. Los mecanismos de presión que utilizan (no asistir a los centros, responder mensajes, operación morrocoy en las conexiones…) afectan a los estudiantes pues no reciben la formación que se requiere en estos momentos.

El hecho   es que se crea un círculo  vicioso, una olla de presión que explota cuando las familias utilizan como vía de escape las redes sociales,  en especial, los grupos de Whatsapp  y la visceralidad priva sobre la racionalidad, las generalizaciones, las expresiones  ofensivas, los comentarios fuera de contextos, las informaciones sin argumentos pasan de ser reportes a chismes que poco  ayudan para ir al meollo del conflicto.      

 

Se necesitan puentes

Escasas  veces a las familias se  les contacta  para que  compartan sus experiencias y vivencias positivas; sus aciertos en la crianza. Algo similar pasa con las familias y los docentes, cuando se comunican con los centros educativos es para reclamar y no para reforzar  y  felicitar.

Se hace mucho énfasis en la necesidad e importancia del trabajo con la familia con el objetivo de involucrarlas en el proceso formativo de sus hijos. La idea no es solo en las actividades formales como reuniones, asambleas, generalmente relacionadas con temas administrativos, sino crear  oportunidades  que nos permitan fomentar una relación más cercana.

Conformar comunidades educativas, consejos educativos, en los que se respire el espíritu de comunidad y de apertura para aprender y aportar   suele hacerse cuesta arriba. Nos encontramos con familias secuestradas por las demandas laborales, sin mucho tiempo para participar en las actividades escolares. También hay docentes resistentes a lidiar con familias que juzguen o critiquen su trabajo y se niegan a propiciar espacios de encuentro e intercambio más allá de los formales y obligatorios.

Trabajar juntos a pesar de la distancia

A pesar de lo compleja que pueda tornarse la relación docentes-familia, especialmente en tiempos de cuarentena, hay que rescatar los beneficios que este vínculo  conlleva. Si logramos involucrar a las familias y propiciar su participación activa los beneficiados serán los estudiantes y la comunidad educativa en general.  

Para propiciar el acercamiento se deben establecer claramente los  espacios de participación para drenar el malestar con estrategias de resolución de conflictos, de mediación, toma de decisiones que satisfaga las necesidades de las partes involucradas. Negociar exige ceder, acordar, pactar, hacer seguimiento.

En estos procesos la educación emocional es importante, aprender a identificar emociones, en que estados de ánimo se traducen, cómo gestionarlas debería ser parte de oferta formativa de los centros educativos. 

 

Abrir las puertas

Los centros educativos deben abrir sus puertas, no solo para los estudiantes, sino a las familias para darle vida  a la comunidad educativa.

Con la participación de las familias se pueden realizar virtualmente  actividades formativas artísticas, de cocina, lectura de cuentos, teatro en las que se aborden temas relacionados  con la convivencia y los valores que se  necesitan para vivir en paz.

Se pueden realizar cine foros, conversatorios, grupos de reflexión,  en los que las familias puedan realizar sus aportes profesionales; pero  también aportar desde sus  vivencias para humanizar la educación y hacer  que lo socio emocional sea parte del proceso formativo.

Hasta la próxima resonancia


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