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jueves, 31 de diciembre de 2015

EL PODER DE UN ABRAZO


                   Óscar Misle

A las 12 de la noche, el 31 de diciembre,  familiares, amigos, vecinos, nos abrazamos para desearnos un feliz año.
Se  coloca una  emisora o canal   que  va anunciado que el año  viejo se va y pronto nacerá el nuevo. Las emociones  se van mezclando y cada  quien de acuerdo a su  forma de ser  y sentir las expresa a su manera
Junto con el abrazo realizamos una serie de ritos que varían de familia a familia, dependen de las costumbres y de la capacidad del bolsillo de cada quien. Por ejemplo: comerse las doce uvas del tiempo y pedir por los deseos del año entrante es, en estos momentos, un lujo, por el elevado costo de esta fruta emblemática de la navidad.
Queremos recibir el año nuevo con “una pinta”, estrenando ropa y demás accesorios entre los que no puede faltar alguna prenda interior de color amarillo para la buena suerte. Para liberar las malas energías se  echa un vaso de agua a la calle.
El ritual de salir con una maleta a la calle para que se de  algún viaje ya se torna peligroso y frustrante por la inseguridad reinante y muy idealista por los costos de los pasajes y  todo lo  que significa conseguir cupos aéreos, dólares…  

Estos rituales nos dan la sensación que estamos desechando algo viejo para abrirle las puertas a lo nuevo.

Abrazos por un día
En la noche del año nuevo nos damos la libertad de manifestar nuestros afectos y abrazos, no solo a las personas a quienes queremos, a gente que no conocemos o conocemos muy poco, a vecinos que nunca saludamos o que nos caen mal. Por la euforia del momento olvidamos, por esa noche, las diferencias, distancias y desavenencias.
Al  pasar los días y volver a la rutina nos encontramos de nuevo con las personas a las que abrazamos efusivamente y de casualidad las saludamos o bajamos la mirada.
Un abrazo puede tener diferentes intenciones: manifestar afecto, ternura, solidaridad, apoyo en momentos difíciles. También puede expresar compromiso, reconciliación, paz. Valdría la pena convertir el abrazo de año nuevo en unos brazos abiertos a abrazar  durante todo el año. Estrenando o fortaleciendo relaciones más humanas, solidarias y constructivas.
El abrazo en familia
Tiene una connotación muy especial. Posibilita el acercamiento, el contacto piel a piel, pecho a pecho, para darle calor a la vida. Nos permite sentirnos queridos y tienen el poder de hacer la vida más llevadera. Ese contacto nos carga las pilas para enfrentar los “golpes bajos” de las circunstancias que vivimos en momentos de crisis.
¿A cuántos niños, niñas y adolescentes se le secó el corazón por no tener un familiar que les expresara su amor cobijándolos en sus brazos? ¿Cuántos abrazos dejaron de recibir los que hoy se sienten resentidos por la vida, por la carencia de amor y les quedan heridas que muerden generando violencia social? ¿Quién les demostró que eran importantes? ¿Quién los acompañó en los momentos difíciles? ¿Cuánto dolor encubierto por la desatención y falta de tiempo para comunicarnos y compartir?
Este 31 de diciembre tendremos la oportunidad de abrazar a quienes amamos. A los que conocemos y a los que no tanto. Tomemos ese abrazo como una nueva oportunidad de estrenar afectos. Nuevas relaciones que nos permitan fortalecernos en la adversidad y que se repita durante todo el año para felicitarnos en los logros, para establecer puentes por una sociedad diferente en la que todos tengamos cabida para realizarnos, participar y construir juntos lo que soñamos y merecemos.

¡Feliz año 2016!

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