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viernes, 19 de junio de 2015

EMPODERAMIENTO Y RESENTIMIENTO: MALA COMBINACIÓN

Por: Óscar Misle @oscarmisle



Empoderamiento y resentimiento: mala combinación
Si una persona resentida se empodera quiere vengar su dolor (Créditos: Shutterstock)

Quienes trabajamos en la promoción y defensa de los derechos humanos y en la formación para el ejercicio de una ciudadanía responsable y capaz de exigir sus derechos y cumplir con sus deberes; siempre hemos visto con buenos ojos la palabra empoderamiento.

La entendemos como la posibilidad de tomar conciencia de nuestras capacidades y habilidades para vivir nuestra humanidad en condiciones dignas; exigiendo las transformaciones sociales, políticas, culturales necesarias para convivir en una sociedad sin discriminaciones y exclusiones de ninguna índole.

Gracias al empoderamiento los grupos minoritarios, históricamente excluidos, han logrado conquistar con sus luchas sus derechos y reivindicaciones.

Cuando el empoderamiento enmascara resentimiento. 
El resentimiento es una forma de ser y de sentir anclada en el pasado. El resentido es un rumiante emocional. La hiel de los recuerdos por las vivencias pasadas hace que sienta que entorno está en deuda consigo mismo. Posiblemente quienes generaron sus heridas fueron personas cercanas y significativas que por abuso de poder, exceso de autoridad, maltratos marcaron su psique afectando la percepción de sí mismo y sintiendo a los demás como una amenaza; porque las heridas no solo están abiertas sino se han infectado.

Cuando una persona resentida se empodera quiere vengar su dolor y su rabia en los demás. Especialmente en aquellos que han obtenido logros afectivos, profesionales, materiales, sociales y políticos. Su sensación de minusvalía les hace sentir permanentemente que los otros quieren atacarlo, humillarlo, desconocerlo... Especialmente cuando difieren de sus opiniones o manifiestan desacuerdos con su forma de ser, pensar, sentir.

El resentido empoderado en la medida en que va obteniendo poder, control, jerarquía puede justificar su proceder a través de la ideología, la religión o condición. Es incapaz de reconocer sus propias heridas; pero si es capaz de culpabilizar a otros.

La posibilidad de caer en el fanatismo es muy grande. Puede inclusive utilizar el victimazgo como una herramienta para no asumir las consecuencias y responsabilidad por sus actos. Siempre su afirmación será: “La culpa es de los demás”.

Piensa y siente que ser amable es ser servil. Percibe  que en la medida en que es atento con los demás o pone en práctica normas de cortesía se coloca en desventaja y puede ser percibido como inferior. Por ello es común ver como la calidad de los servicios, las relaciones sociales y humanas en general se empobrecen. Dar los buenos días, decir gracias, pedir disculpas, van desapareciendo en convivencia cotidiana.

Comportamiento de algunos motorizados habla por sí solo. Un ejemplo del empoderamiento desvirtuado lo tenemos en algunas ciudades del país con el comportamiento de los motorizados. No se puede generalizar; pero es una realidad que violentan las leyes de tránsito, irrespetan a los peatones, ponen en riesgo la vida de los niños y adultos mayores. No solo los civiles; también los funcionarios militares, policiales, violan irregularmente las leyes, circulan a contravía, por las aceras, sin placas que los identifiquen.

Los niños, aprenden con el entorno, perciben que el ejercicio del poder está relacionado con arbitrariedad, abuso, improvisación y lo manifiestan en sus centros educativos. Detrás del acoso escolar hay uso del poder para tener control sobre un grupo y abusar de un compañero más vulnerable utilizando el miedo como estrategia.

Apostamos a un empoderamiento que permita dignificar, garantizar y exigir los derechos. Creemos en un empoderamiento depurado de resentimientos; pero cargado sentimientos de solidaridad, reconocimiento, cooperación, respeto y dignidad.

Seguimos creciendo juntos



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