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viernes, 21 de febrero de 2014

¿LO ESTARÉ SOBREPROTEGIENDO?

Por: Óscar Misle @oscarmisle


 Sobreprotección vs abandono
Existe una línea delgada entre el control y el abandono. (Créditos: Shutterstock.com)


En una sesión de trabajo  con adolescentes, Gaby (16 años) se mantenía callada mientras sus compañeros se quejaban del control que ejercían sus familias sobre  ellos. Entre sus molestias, contaban lo impaciente que se sentían con las llamadas y los mensajes de textos que reciben en cada momento. Padres que se dedican a preguntar en “dónde  y con quién estas”.

Gaby intervino y con los ojos llorosos les dijo: “Que suerte tienen ustedes de tener a alguien pendiente de dónde están. Mi familia no sabe con quién estoy en estos momentos. Siento que no les importo, que no existo en sus vidas”.

Un profundo silencio se apoderó del salón y las lágrimas de Gaby  tocaron el corazón de más de uno de los integrantes del grupo. 
  
Daniel (15 años), comentó: “Venimos de estilos de crianza diferentes. Está el autoritarismo. Utiliza la amenaza y el miedo para corregirnos, con exceso de normas; mucho control y poco apoyo. Eso lo que genera es temor, inseguridad y desamor”.

Gaby interviene de nuevo: “A mí me tocó el otro extremo. Un hogar permisivo, en el que cada quien hace lo que quiere y como lo quiere. Siento  que con esa forma de ser  nos  irrespetamos los unos a los  otros”.

Aprovechando el clima del grupo, utilizamos el ejemplo de transitar una autopista y les pregunté: “¿Qué pasaría si no hubieran señales de tránsito?, ¿si no contáramos con avisos que indicaran o alertaran sobre la velocidad que hay mantener, la cercanía de un puente o un túnel, o de  derrumbes en la vía?”

Rápidamente respondieron: “Chocamos, atropellamos a algún peatón; nos podemos  ir  por un barranco”. Relacionamos esta imagen con lo que significa transitar la vida. Si no tenemos claros los límites, podemos atropellarnos y atropellar a otros, con palabras o golpes.

Les comenté que los límites son derechos de los hijos, no de los padres. Es una de las  formas de demostrarles amor y que puedan sentirse queridos.

Para Gaby, la inexistencia de límites la percibía como abandono y desinterés por parte de su familia.
Cuántas familias atendí en mi consultorio porque sentían  que sus hijos e hijas se les  habían ido de las manos. Algunas, venían de hogares muy autoritarios y tratando de  hacerlo diferente  se  fueron al otro extremo. 

También acudían las que tenían una vida tan ocupada que no les permitía  dedicar a sus hijos atención y tiempo. La culpa tomaba el timón y la maquillaban con una crianza absolutamente permisiva. Con contradictorios argumentos  justificaban su ausencia dejando que los hijos e hijas hicieran  lo que les provocara en la casa, en la escuela o liceo, inclusive lo concebían como autonomía y libertad.

En esta tarea de  educar, no  basta la buena voluntad. Por repetir la receta, la violencia  como medio puede ser la forma de corregir dejando heridas difíciles de borrar.

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LE VA MAL EN LA ESCUELA ¿QUÉ HAGO?

Por: Óscar Misle @oscarmisle


Bajó las notas  ¿qué hago?
Se debe analizar su comportamiento. (Créditos: Shutterstock.com)

Cuando nuestros hijos adolescentes tienen bajo rendimiento académico, se encuentran desmotivados y no le ven sentido a los estudios, ocupan su tiempo en otras actividades descuidando sus responsabilidades. Podemos sentimos muy frustrados porque no  valoran en esfuerzo que hacemos para “que sean  alguien en la vida”.
La  pregunta es: ¿ya no son alguien independientemente de su rendimiento académico? 

Las razones por las que bajan sus notas pueden ser muy variadas: un cambio de escuela o profesores; conflictos en la escuela, acoso escolar, situaciones familiares conflictivas (desempleo, violencia, muertes, separaciones…) o para  castigar a los padres porque no les dan atención. Las bajas calificaciones podrían ser consecuencia de problemas físicos, psicológicos o neurológicos.

¿Qué podemos hacer?

Identificar qué está pasando en su entorno. Es necesario explorar las situaciones que están generando su desgano, apatía o desmotivación. Es importante preguntarnos: ¿cómo están nuestras relaciones familiares?, ¿surgió algún acontecimiento que pudiera incidir en su rendimiento académico?, ¿cómo es su relación con sus compañeros de curso?, ¿cómo actúan los docentes?

Descartar problemas de tipo neurológico, físico, psicológico. Puede ser que una discapacidad encubierta, no diagnosticada adecuadamente, dificulte la atención o asimilación de la información transmitida en el salón.
Con el apoyo de un profesional calificado se puede determinar cuáles son las condiciones psicológicas o emocionales que pudieran estar afectando el área cognitiva o emocionales para definir la estrategia o tratamiento adecuado para apoyarlo.

Lo ideal es que el trabajo de salud mental no sea aislado, sino en equipo y que el abordaje del psicólogo, psicopedagogo, psiquiatra o neurólogo se realice de forma coordinada con los educadores y familiares. La evaluación, seguimiento y monitoreo es clave.

Apoyar académicamente. Recibiendo clases particulares para llenar los vacíos o deficiencias académicas. Suele funcionar que otros compañeros que tengan un buen rendimiento escolar puedan apoyarlos y estimularlos.

Descartar si es una forma de sentirse incluido. Hay estudiantes que se sienten rechazados por tener buenas calificaciones y bajan su rendimiento, consciente o inconscientemente, para no ser víctimas de acoso escolar ni ser calificados como “gallos” o “nerds”. Hay que actuar cuando este tipo de hechos ocurran porque se está agrediendo a quien cumple con sus obligaciones, deberes y responsabilidades.

Identificar si es aburrimiento por desmotivación. Los estudiantes se quejan de las clases, las perciben  aburridas y quisieran que fuesen más entretenidas y amenas. Se les puede motivar para que conversen con sus profesores proponiéndole formas más atractivos para abordar los contenidos.

Indagar cómo y en qué momento bajó el rendimiento. ¿Las notas bajas se presentan en una materia, varias, todas?, ¿ha sido una realidad arrastrada por años o es reciente? Son preguntas que pueden orientarnos para buscar sus causas.
Puede ser que el problema no sea solo de un estudiante en particular, sino se esté presentando en la mayoría de los compañeros del aula. Hay que indagar por qué los docentes no logran motivar a los estudiantes y qué medidas están tomando desde la institución.

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LA MEDIACIÓN EN LA RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS ESCOLARES

Por: Óscar Misle @oscarmisle


Conflictos escolares
El mediador juega un papel fundamental. (Créditos: Archivo)

Lo primero  que  viene a la mente es la mediación.  ¿De  qué  estamos  hablando?  De un proceso de cooperación en el que un tercero imparcial es solicitado por los protagonistas para que los ayude a encontrar un acuerdo satisfactorio.
Es una actividad práctica, destinada a facilitar el diálogo para redefinir y resolver las diferencias  que  generan los  conflictos. Es colocar sobre la mesa los intereses en juego. Es un medio para  que los los propios protagonistas del conflicto participen en la toma de decisiones.

El mediador:
Crea un  clima de colaboración para reducir la hostilidad.
Posibilita reconciliar los intereses de la partes. La meta del mediador es apoyar a los involucrados a intercambiar puntos de  vista y sentimientos con el fin de llegar a acuerdos. El mediador carece de poder de decisión.

Estimula a las partes a ejercer la autodeterminación y la responsabilidad, para que se miren de una manera nueva, desarrollando un entendimiento entre ellas.

Exhorta a las partes para que asuman la responsabilidad ante la situación. Las personas se sienten más comprometidas cuando han generado ellas mismas las ideas. Siempre existe la posibilidad de que una idea del mediador les parezca tendenciosa.

Alienta a evaluar las propuestas apoyando a elaborarlas de forma que resulten aceptables. Deberá evaluar si una propuesta es operativa y las probabilidades de resultar aceptable no solo para quienes están en la mediación sino para aquellos que resulten afectados por el acuerdo.

En muchas ocasiones hacen falta varios encuentros, especialmente cuando son muchos los disensos y existen resistencias  para establecer acuerdos.

Si lo acordado no se traduce en acciones, la frustración puede generar mayor  hostilidad. Recordemos que detrás de la violencia existe un acumulado de pequeñas  frustraciones que no fueron atendidas a tiempo y combustionan.

Los acuerdos deben llevarse a la práctica y deben estar claramente definidas las  estrategias para su seguimiento. La mediación no es un fin en sí misma. Es un medio en el que la comunicación asertiva es clave.

Difícilmente pueden establecerse acuerdos si en el proceso no se pone en práctica la empatía. Se requiere crear un clima en el que ponerse en lugar del otro permita escuchar sin juzgar. Es necesario que las partes tengan oportunidad de expresar lo que  sienten  y  piensan sobre los  factores que generaron el conflicto y lo que esperaran que  cambie para que se satisfagan las expectativas de los involucrados.

Hay aspectos que se pueden negociar y otros no. Lo importante es que se identifique las propuestas en las que coincidan los puntos de vista.

El rol del mediador debe estar muy claro. Es importante, en lo posible que no exista  nexos afectivos cercanos con algunas de la partes para evitar que lo subjetivo no enturbie lo objetivo.  

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LA PAZ ES UN DERECHO Y DEBE SER UN HECHO

Por: Óscar Misle @oscarmisle


La paz debe ser un derecho
Con la paz se consigue la victoria. (Créditos: Archivo )

En los últimos días nos ha tocado vivir situaciones que en unos casos nos llenan de miedo, ansiedad, impotencia y frustración al sentir que no depende de nosotros  cambiar el rumbo de los acontecimientos. En otros casos están quienes desean  expresar lo que sienten participando en manifestaciones y haciendo legítima su protesta.

Participar en manifestaciones es un derecho que debe ejercerse de forma pacífica y sin armas, son los requisitos que establece la ley.
Este derecho constitucional no se ha respetado porque grupos radicales externos o grupos infiltrados han utilizado las manifestaciones para agredir a las personas  y dañar las instalaciones privadas. Las familias y seres queridos de los ciudadanos fallecidos viven un profundo dolor y la única esperanza que les queda es que el Ministerio Público investigue los asesinatos con objetividad y se haga justicia.

A los detenidos  se les debe garantizar el pleno respeto de sus derechos humanos, en particular el derecho a la integridad, a la seguridad personal y al debido proceso.
En la circunstancia que sea necesaria la intervención de los cuerpos de policía y componentes de las Fuerza Armada Nacional Bolivariana (en especial  la Guardia Nacional Bolivariana), deben  cumplir con las normas y principios para el uso progresivo y diferenciado de la fuerza policial en los  diversos ámbitos territoriales, para evitar abusos de poder y uso desproporcional y arbitrario de la fuerza.

La ciudadanía, al ejercer su derecho a manifestar debe hacerlo de forma pacífica y denunciar cualquier violación de derechos humanos para que estos hechos sean investigados y sancionados por las autoridades competentes.

La responsabilidad del Gobierno Nacional y de todos los poderes públicos es   promover el desarme, garantizar la paz social, la justicia expedita, la protección a las víctimas y sus familias, el derecho a protestar y manifestar,  y el respeto a los derechos humanos de todos  sin discriminación de ninguna  índole.

Nuestros  niños, niñas  y adolescentes  han sido testigos, directos e indirectos,  de lo  que  acontece en el país. Aprenderán cómo se vive la  democracia con lo que ven, escuchan y sienten. Si lo que se dice no se corresponde con lo que se hace,  si lo que establece la ley no se cumple o se hace de manera discrecional y arbitraria, dependiendo de los intereses, perderán la confianza y respeto a las  normas  que  garantizan la convivencia  ciudadana. 

La paz más  que un dicho debe ser un hecho.

La violencia comienza con palabras y se traduce en acciones. Nos toca como  familias y docentes mostrarles en qué consiste la diferencia. Ser pacífico no  significa ser pasivo. Significa reaccionar con actitudes que nos hagan ser  y sentirnos ciudadanos.

La indolencia y la resignación no permiten que la paz tenga vida y se traduzca  en  oportunidades y posibilidades  para  que  todos  gocemos  de nuestro derecho a la vida, a la salud, a la alimentación, a la seguridad y a la recreación. No podemos  vivir en paz si reaccionamos de forma defensiva cuando alguien es o piensa diferente.

Para lograr la paz no podemos renunciar a nuestros derechos. El país nos pone frente a una realizad que exige de nosotros coherencia. La mayor serenidad posible para que la no-violencia más  que una  desocupación sea la posibilidad  de poner en marcha las oportunidades para  defender nuestros derechos,  expresar lo que sentimos, necesitamos, soñamos y merecemos.

Como diría Mahatma Gandhi “No hay camino para la paz, la paz es el camino”




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jueves, 30 de enero de 2014

PERDONAR ¿ES OLVIDAR?

La violencia se hace presente en lo cotidiano, tanto  que a veces nos cuesta reconocerla. Se utilizan métodos violentos para resolver conflictos. Se atenta contra la integridad de alguien para obtener algo a cambio; se agrede a los que no comparten las mismas ideas;  hay agresiones por abuso de poder, por ser o pensar diferente, se utilizan celulares e Internet, redes sociales para intimidar, descalificar, humillar…

En muchas de nuestras casas seguimos recurriendo a métodos violentos para educar y corregir. Creemos que se olvidan porque el perdón lo puede todo. Nos olvidamos que perdonar no es fácil cuando existe tanto dolor, rencor, por las heridas que siguen enconadas y escondidas en el condón emocional.

El rencor es un resentimiento. Es una variante del odio que puede acompañarnos silenciosamente y enturbiar nuestras emociones: nos hace vivir a la defensiva o la ofensiva, tratando de buscar en todas partes a quién responsabilizar de nuestras heridas de la niñez y adolescencia. 

Las heridas que se expresan con el rencor mantienen el dolor en nuestra mente y corazón. El problema del rencor es que tiene un efecto acumulativo y suele generar el deseo de venganza. Generalmente se vive en silencio y nos corroe interiormente. Toma el timón,  dirige nuestras emociones buscando siempre el ofensor, real o imaginario. Ese ofensor puede disfrazar a quienes realmente nos hirieron y son con frecuencia quienes más amamos.

EL PERDÓN PUEDE LIBERARNOS

No significa olvidar, sino adquirir, poco a poco, la capacidad de recordar la ofensa sin experimentar dolor. Hay mucha resistencia a aceptar que el perdón no es olvido. El perdón no significa excusar o justificar el mal o injusto comportamiento de quienes nos hirieron. Tampoco es resignación, negando la rabia y el dolor.

Perdonar no es quitarle importancia a  los eventos ocurridos, justificando a quienes nos agredieron. El perdón no es un acto instantáneo que nos lleva inmediatamente a la reconciliación con el agresor.
Es ingenuo pensar que con el perdón la persona que nos agredió cambiará o modificará su comportamiento; por lo menos de forma instantánea. Es un trabajo interior en el que debemos procesar lo sucedido para transformar esa rabia enconada que infecta nuestras heridas y no las deja cicatrizar.

Lo más difícil del perdón es realizarlo sin expectativas, esperando que el agresor acepte su error, porque ese deseo si no se cumple nos puede llenar de mucha  frustración y seguiremos secuestrados por el resentimiento.
La reciente pérdida del  expresidente de Sudáfrica y nobel de la paz Nelson Mandela, quien estuvo encarcelado 27 años, y que a pesar de todo lo vivido tras las rejas, no dejó  que el odio, el resentimiento y la venganza secaran su corazón; al contrario: construyó una Sudáfrica sin Apartheid, igual para todos.
Mandela nos dejó como legado que el perdón es posible. Su decisión de no hacer a los demás lo que le hicieron a él se tradujo en una larga vida de 95 años abogando por la unión y la solidaridad.

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miércoles, 29 de enero de 2014

HERIDAS QUE MUERDEN

No en pocas ocasiones, cuando me rasuro, por no tener la paciencia y el cuidado necesario, me  corto la cara. Esa  herida pequeñita, pero sangrante, me genera mucha rabia y angustia. Quisiera tener el poder de parar la sangre en el momento que quiero y como quiero, olvidando que, por más pequeña que parezca, es una lesión que se hace sentir y que tiene su tiempo de coagulación y cicatrización. Cuando la herida física no se atiende a tiempo, de forma adecuada, puede infectase con  lesiones que hacen que se torne más grave.

Las heridas y cicatrices emocionales no son tan fáciles de detectar. Necesitan ser desnudadas porque han sido encubiertas y se enconan por años. Si no cicatrizan adecuadamente pueden generar daños profundos, silenciosos, que nos afectan y nos marcan psicológica y emocionalmente, personal y socialmente.
Desde hace 11 años tenemos en nuestra casa a Samba, una gatica con pinta de pantera en miniatura. Cuando era bebé, le tocó presenciar una agresión criminal a su mamá. En su presencia le mutilaron la cola y le fracturaron la pata trasera derecha. Esa imagen quedó tatuada en ella. Quedó profundamente herida emocionalmente, tanto que no acepta  que la  toquen, ni acaricien; sin embargo, necesita sentir la proximidad de las personas  que la cuidamos y amamos aunque no sepa cómo responder a ese  amor.

En el fondo nunca comprendimos a Samba y soñamos que algún día, mientras vemos el televisor, nos sorprenda subiéndose a nuestras piernas para ser acariciada como el resto de nuestros gatos que conviven con ella.
Cuando se enferma y debemos llevarla al veterinario, a pesar de su malestar, debilidad y vulnerabilidad de su herida sale una fuerza que se traduce en arañazos y mordeduras a quienes intentan tocarla. Con el tiempo entendimos que no era ella quien nos agredía, eran sus heridas las que mordían.

MORDER… O FLORECER EN LA EMPATÍA

Lo curioso es que con los únicos con quienes controla su agresividad es con los médicos veterinarios. Con recelo, permite que le sanen sus heridas. Imagino que nos pasará algo similar cuando vamos a un buen psicoterapeuta y nos mostramos menos defensivos y agresivos, especialmente con los que tienen mayor gentileza, cuidado y habilidad para tocar nuestras heridas.       

La violencia intrafamiliar, escolar, social… deja heridas que muerden. Sus dientes son las palabras, los golpes, omisiones, exclusiones, traiciones y todos los otros tipos de agresiones.
Como toda herida, las emocionales también se enconan. Se infectan y el dolor nos puede  llevar a aislarnos, apartarnos para lamerlas, como hace el animal herido. También nos pueden animar a juntarnos con otros heridos y, en ese resonar del dolor compartido, acercarnos para darle vida y contenido vivencial a las palabras conexión, empatía, misericordia y compasión.

La cicatriz, más que una marca, es una señal. Tiene su propio lenguaje. Nos recordará siempre lo que pasó, y dependerá de cada quien cómo lo asume: si para morder o florecer.
“Algunas palabras abren heridas. Otras abren caminos”, José Narosky

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NUESTROS NIÑOS.HERIDOS POR LA VIOLENCIA


El siete de enero del recién estrenado año 2014, con mucho dolor e indignación, recibimos la noticia del homicidio, por  parte de un grupo de delincuentes, de la actriz venezolana Mónica Spear y de su pareja Henry Thomas Berry. Su hija, de 5 años, recibió un tiro en las piernas y logró sobrevivir.   

¿Qué significa para esa niña haber presenciado el asesinato de su familia y además haber quedo herida? Seguramente regresaba a Caracas con el  sabor de las vacaciones compartidas en familia, los lugares visitados, los paisajes disfrutados, los sueños para el 2014 y de pronto unos homicidas cambian ese bonito y agradable sabor por uno amargo. Quedó huérfana a los 5 años y con unas imágenes grabadas en lo más profundo de su ser.

La noticia  comenzó a circular por las redes  sociales con comentarios cargados con frases de angustia, indignación, rechazo; pero también, en algunos casos, de sarcasmo, ironía e indolencia. 
Estrenar el 2014 con noticias como esta tiene que hacernos reflexionar y reaccionar. No es justo que tengamos que vivir en una realidad en la  que salir de vacaciones es un riesgo, especialmente si viajes por tierra. Son frecuentes los testimonios de personas que se quedan accidentadas  y  son atracadas, y muchas  veces asesinadas.

Cuando nuestros niños y niñas se enteran de estas noticias, el miedo los atrapa. Sus  familias comienzan a tomar medias y se van cargando de ansiedad, tensión y angustia. La sensación de impotencia genera problemas de salud física y emocional. Las posibilidades de recrearse se van haciendo cada vez más estrechas por las amenazas de un entorno que no valora ni respeta la vida 
Surge la interrogante ¿Debemos meter a los niños en una campana aislante de la realidad? o ¿Cómo  enseñamos a auto-protegerse sin que la paranoia invada sus vidas?
No es tarea  fácil para un niño sentir que su vida y la de sus familiares están en permanente riesgo por el simple hecho de salir a la calle. No  importa la hora  ni el lugar, la violencia se ha colado en todas partes.

En una reunión con adolescentes comentaban que sus padres cuando eran jóvenes se iban de campamento con carpas que instaban a la orilla de la playa. Lo contaban como algo imposible de imaginar. Una de las adolescentes intervino y dijo: “A mí  me da terror  subir al Ávila, a una amiga la asaltaron y se salvó de que  le hicieran algo más por una familia que la socorrió”.

Esa sensación de miedo, frustración e impotencia frente a la inseguridad reinante, conlleva a que nuestros niños lleven en sus morrales la preocupación, y con frecuencia se traduce en hostilidad y en dificultades para convivir.

El Estado tiene la obligación de garantizar el derecho a la protección y a la vida de todos los niños y adolescentes del país sin discriminación de ningún tipo. Nos  toca exigir y hacer valer ese derecho para que la paz, más que un enunciado, sea  una realidad.

Los discursos de Paz pueden sonar  muy bien pero si no se traducen en acciones prácticas, que garanticen  la seguridad de  todos, serán como las campanas de bronce que suenan muy duro;  pero están vacías. 

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VIOLENCIA. HAY QUE HABLAR CON LOS NIÑOS

  Óscar Misle Óscar Misle Los recientes enfrentamientos armados en la Cota 905 y comunidades aledañas y los operativos que se van realizan...